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La tarde del día siguiente Felix se enfrentaba al lienzo en blanco con serenidad. Se había sentado en el taburete antes de la hora pactada, mientras Han se daba una ducha y se preparaba para comenzar.

Ese momento siempre le había causado cierto vértigo. El lienzo en blanco era un desafío, pero esa vez, en lugar de sentirse aplastado por su autoexigencia, saboreó la libertad de ese instante. Ese espacio vacío era todo lo que pudiera imaginar. Solo debía darle forma, decidir cuál de los infinitos mundos que podía ser, sería finalmente. Hyunjin ya no estaba en casa, así que puso la música y ojeó los bocetos rápidos que había hecho aquella mañana.

La tormenta se había detenido. Según las noticias, todavía quedaban varias horas de calma. No hacía sol y la ciudad iba convirtiéndose en una peligrosa pista de hielo que tardaría semanas en derretirse del todo, pero la calefacción trabajaba a pleno ritmo en casa y el ambiente era cálido y acogedor. Han apareció sujetando una gruesa toalla verde contra su

cintura. Tenía el pelo empapado, con las ondulaciones casi lisas por el peso del agua. Los mechones dejaban caer gotas cálidas por sus hombros y su pecho suave, sin asomo de vello.

—Estás a tiempo de que me peine de alguna forma especial... aunque tampoco hago milagros.

Felix tuvo que disimular y reponerse de la impresión al mismo tiempo.

Negó con la cabeza.

—No quiero que te peines, me gusta así. Aún no tengo claro qué voy a hacer, pero improvisaré. Ponte de espaldas.

—¿Sin nada? —preguntó colocándose sobre la manta del suelo, totalmente de espaldas a Felix pero girando la cara interrogante.

—Sí. No tendrás que sujetar nada esta vez. —Se acercó a él, pero pareció ponerse nervioso y dudar—. ¿Puedo colocarte el pelo?

—Es lo menos que puedo dejarme hacer después de todo lo que has hecho por mí. —respondió el modelo, riendo por el cuidado que ponía.

Las palabras escogidas hicieron que Felix se sintiera un maldito pervertido por pensar en el sentido más amplio que podía darles.

—No digas tonterías. —replicó muy serio—. No he hecho nada que no habría hecho cualquiera. Y no me debes nada en absoluto.

Felix se apartó una vez los mechones mojados estuvieron a su gusto. Se sentó en el taburete y le observó.

—Sabes tan bien como yo que no, no todo el mundo. Ni siquiera la mayoría. ¿Vas a hacer una serie? ¿Estoy de espaldas porque voy a entrar en ese bosque siniestro?

Felix tuvo que detenerse a pensar la razón y no pudo encontrar excusas para ocultar el hecho de que quería disfrutar de aquella anatomía. ¿Qué le estaba pasando?

—Ah... Sí. Tus cuadros serán una serie que complementarán los que tenía hechos. —decidió en ese momento—. Y sí, vas a entrar en el bosque. Quiero que abras las manos a los lados de tu cuerpo, como si... como si estuvieras entregándote o sacrificándote a él.

—Eso es fácil.

El modelo separó un poco los brazos del cuerpo y abrió los dedos con las palmas ligeramente hacia arriba. La imagen podía significar muchas cosas, no solo las que Felix esperaba. Una petición a un dios invisible, de piedad o milagro. Un hallazgo sorprendente o buscado durante media vida. Al no tener rostro, podía ser un grito agónico o triunfante. Han miró hacia el techo y una gota solitaria se deslizó entre los omóplatos.

—Así es perfecto...

Una vez que cogió el carboncillo para trazar el bosquejo, olvidó la culpa que le aguijoneaba. La inspiración apartó su mente de esos pensamientos, pero su subconsciente seguía el movimiento de la gota de agua, el rastro brillante que dejaba al resbalar lentamente y perderse entre los prietos glúteos. Trabajó sin descanso durante media hora, sumido en la tarea de

Obsesionado (JILIX)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora