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A las seis de la mañana, cuando el amanecer comenzaba a filtrar la luz con pereza tras las montañas y los abetos, Hyunjin conducía el coche patrulla de vuelta al centro sin apenas visibilidad. Le tocó pasar la noche en la carretera, ayudando a los bomberos y las ambulancias en la entrada de la ciudad, donde un accidente había dejado tirados a dos docenas de vehículos

por saltarse los cortes de carretera. La jornada estaba lejos de acabarse. Su compañera Melissa y él se dirigían a un aviso de robo mientras la radio no dejaba de sonar, crepitando más de lo normal.

10-16 en Diversey Parkway 8.

Un zumbido. Otro coche avisó de su cercanía para hacerse cargo.

Apenas pasaron un par de segundos antes de que la estática volviera a escupir problemas.

Ha llamado un vecino de enfrente del Pub Black Moon, dice que hay gente toqueteando la puerta de la tienda de electrodomésticos de al lado.

Pero es el vecino de siempre...

Se ha producido un derrumbe en el solar de la calle Princetown.

Reportan heridos, dos mendigos.

—Unidad 2, vamos camino de Princetown. —respondió una mujer.

Hay una pelea en la entrada de Urgencias del Hospital.

Melissa agarró el radiotransmisor tras una mirada entre ambos.

—Unidad 7, González. Estamos justo al lado del hospital, vamos para allá si alguien se hace cargo del robo de la calle Gallway.

Otro coche respondió enseguida.

—Unidad 3, estamos libres y cerca, nosotros nos ocupamos. —dijo una voz masculina.

—¿Qué entiende la gente por quedarse en casa? —rezongó Melissa mientras Hyunjin tomaba la salida hacia el hospital—. Creo que este colapso es el peor en años.

—No creo que los mendigos ni los que estén en urgencias hayan salido por gusto. —suspiró Hyunjin con tono derrotado. Ambos estaban en reserva de energía desde hacía horas y el café barato no ayudaba demasiado.

—Sí, ya lo sé. Solo quiero que dejen de pasar cosas. —suspiró Melissa

—. Tengo que llamar a casa en cuanto atendamos esto.

—Echa un vistazo a ver si tienes cobertura. En cuanto acabemos con este aviso y a no ser que pase algo muy gordo, cogemos otro café en el hospital, miramos el teléfono y te fumas un cigarro tranquila.

Ya entraban por la empinada cuesta que rodeaba el enorme edificio.

Habían echado sal suficiente para que algunas zonas tuvieran un acceso sencillo, pero en unas horas llegarían los problemas de coches enterrados en nieve y dificultades para moverse a los puestos de trabajo.

—Sí, nos vendrá bien a los dos, Mente fría. —bromeó Melissa.

Urgencias era un caos. Varias ambulancias se encontraban estacionadas allí y había gente esperando incluso en el vestíbulo. No tuvieron que preguntar, pues el barullo en la misma entrada se escuchaba desde fuera.

Había un hombre dando gritos, amenazando a los celadores cada vez que intentaban acercarse. Su nariz ensangrentada y la ceja partida de un enfermero indicaban que ya se había llegado a las manos, pero al menos la pelea se había detenido y habían logrado apartar al sanitario.

El guardia de seguridad se acercó a ellos. Antes de que llegara a su altura, Melissa habló en voz baja.

—Me separo con el enfermero para ver si va a poner denuncia.

Obsesionado (JILIX)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora