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Cerró las manos alrededor del rostro de Han. Devoró la escasa distancia que quedaba entre ellos y pegó sus bocas. El beso hambriento silenció del todo a la voz de su conciencia. Se encontró con una suavidad inesperada, acostumbrado a la sombra de barba de Hyunjin y sus besos intensos. Una lengua blanda, casi tímida, que en lugar de invadir le daba espacio y

acariciaba la suya. Sabía a uno de los tés dulces que trajo en la última compra.

Lo saboreó a conciencia, exploró cada rincón de esa boca que había deseado besar desde la primera pincelada. El calor de los labios sonrosados se contagió a su propia piel y viajó como una descarga eléctrica por cada uno de sus nervios. La excitación le erizó el vello y le dejó sin aliento cuando el estremecimiento bajó por su vientre y tensó su sexo bajo el pantalón del pijama. Como si lo hubiera adivinado sin tener siquiera una posibilidad de verlo, Han le empujó desde el colchón y se sentó encima a horcajadas. Le apoyó las manos en el pecho y balanceó su cuerpo sobre la incipiente erección.

El oxígeno pareció quemarse en los pulmones de Felix. La excitación creció tanto que supo que el modelo la debía sentir clavada contra su ingle. Los finos pantalones que llevaba no ayudaban a disimularla, aunque ya no tenía sentido ocultar lo que le provocaba. Cerró las manos en los muslos del chico y le apretó contra sí. La falta de aire le obligó a dejar de besarle y a llenarse los pulmones de oxígeno con una bocanada. Aprovechó para mirarle desde abajo.

—¿Estás seguro de esto...? —jadeó con los dedos clavados sobre los pantalones de Han, como si no fuera a dejarle escapar si decía que no.

—Yo sí. Eres tú el que parecía tener algún dilema moral. —Sin dejar de estimularle con su peso, el modelo bajó la mirada hasta la fina línea de vello que desaparecía bajo la ropa del pintor—... al menos antes. Pero todavía estás a tiempo de pedirme que me vaya. A lo mejor estás muy cansado.

Aunque todos los sentidos de Felix apuntaban en la misma dirección, no pudo evitar pensar en Hyunjin. De hecho, no había dejado de hacerlo. Estaba a tiempo, podía pedirle que se fuera y llevar aquello con madurez, pero lo que sentía como una traición alimentaba con despecho y furia, un deseo que ya no tenía por qué reprimir.

—No estoy cansado. Estoy enfadado, pero me gustas y quiero follar hasta olvidarme de ese imbécil desleal. Esa es la verdad.

Han se inclinó sobre él y le pasó la lengua por el lóbulo de la oreja y por el cuello, dejando un pequeño mordisco en la barbilla.

—Entonces mañana habrás olvidado todo.

Se apartó con brío, tan rápido que no pudo detenerle; una sensación de frustración, necesidad y angustia para Felix. Solo duró un instante. El modelo se deshizo a la vez de la ropa interior y el pantalón del pijama. Se inclinó, solícito y le despojó del suyo. Felix se apoyó en los codos y levantó el trasero para ayudarle. La camiseta se la quitó él mismo. Ya había visto desnudo a Han, pero en esa situación era distinto. Pudo permitirse mirarle con el hambre que sentía. Se incorporó y le tocó con una mano abierta el pecho. Atrapó uno de los rosados pezones y lo pellizcó con suavidad para despertarlo y disfrutar de la rugosa textura entre sus dedos.

Tocarle era mejor de lo que había imaginado: tenía la piel suave, cálida y aterciopelada. Han se mordía los labios con cualquier contacto intenso, como si tuviera que controlar no gemir por nimiedades. A su atractivo se unía la expectación, la novedad, la experiencia por descubrir.

—¿Tienes algún gel aquí arriba... o solo el que solía rondar el sofá? —preguntó inclinándose hacia la mesilla.

—En el primer cajón.

Obsesionado (JILIX)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora