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El centro estaba colapsado. La tienda llevaba cuatro días cerrada y desde su departamento, Ryunjin solo podía esperar a que dejara de nevar y limpiaran las calles para retomar su vida. Aquella tarde fría Bola y Raspa dormían apretadas la una contra la otra en la esponjosa cama por la que solían pelearse. Su dueña aprovechaba el inesperado tiempo libre para dedicarse a

la lectura, tejer fundas de libro que luego vendía en su tienda y ver la televisión. Cosas para las que no solía tener tiempo.

La llamada de la protectora la sorprendió y preocupó a partes iguales.

—Hola, Ryunjin, soy Rose. Perdona que te moleste.

—No es ninguna molestia. ¿Ocurre algo?

—Más o menos. Te llamaba por Tango. Estos días de frío le están sentando fatal y parece bastante deprimido desde que tu hermano no viene a verle.

Eso, además, la extrañó. Felix solía ir cada semana, pero el último mes parecía haberse olvidado de todo lo que no fuera pintar.

—¿Desde cuándo no va?

—Hará tres semanas, más o menos. Queríamos saber si podríais tenerle como casa de acogida hasta que encontremos a alguien idóneo. Felix sabe cuidarlo y le encanta estar con él, pero si no puede adoptarlo buscaremos a otro. Porque no aguantará mucho más así, me da la sensación de que va a morirse de pena.

—Vaya, Rose, no sabía que llevaba tanto tiempo sin ir, ni que el perrito estaba así. Tengo que hablarlo con Hyunjin. Ha habido algunos cambios por aquí, como te comenté, pero tal vez podamos hacer algo. Luego os llamo.

—Gracias. Muchas gracias, de verdad.

—No hay de qué. Ese perrito se merece lo mejor.

Ryunjin colgó y llamó a Hyunjin de inmediato. El teléfono sonó un par de veces, pero no se puso. Agotó los tonos y marcó otra vez para asegurarse.

Nada. Debía estar hasta arriba de trabajo, así que decidió llamar a su hermano. Realmente era una tontería mantener el secreto teniendo en cuenta la gravedad del asunto.

El teléfono de Felix sonó hasta estar a punto de agotar sus tonos. Cuando por fin descolgaron, fue el chico quien contestó.

—Hola, Ryunjin.

Al menos ya no tenía esa voz de ratita asustada que solía poner delante de ella.

—Ah, Han, hola. —titubeó extrañada—. ¿Puede ponerse Felix? Tengo algo urgente que hablar con él.

—Sí, supongo, dame un momento. Está abajo y yo estoy en el dormitorio.

Ryunjin esperó, paciente, durante casi un minuto. Pero al otro lado volvía a estar Han.

—No quiere. —suspiró el chico.

—¿Cómo que no quiere? —preguntó atónita, aunque no tardó en sobreponerse—. Dile a ese cenutrio que se ponga ahora mismo, ¡que es urgente!

—Lo siento, no voy a insistir. Sigue muy dolido por lo que ocurrió el otro día. Incluso dejó de pintar, aunque ha vuelto a hacerlo. Y yo no voy a estropear esa racha. Pero seguro que se le acaba pasando. Si es por la comida, tenemos provisiones de sobra. Adiós, Ryunjin.

—¡Oye, te he dicho que es...!

El tono intermitente la interrumpió. Han había colgado.

Algo en la voz del modelo le erizó el vello de la nuca. Parecía otra persona, tenía una frialdad desconocida y todo lo que estaba implicando esa llamada era extraño. ¿Felix separándose de su móvil cuando siempre lo llevaba encima? ¿Han solo en su habitación mientras él estaba abajo? ¿Su hermano sin querer hablarle?

Obsesionado (JILIX)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora