The girl with the one eye

𝟏. 𝐄𝐥 𝐧𝐚𝐜𝐢𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐝𝐞 𝐮𝐧 𝐝𝐫𝐚𝐠ó𝐧

Era un secreto a voces que a la princesa Rhaenyra la habían casado con Sir Laenor Velaryon solo porque su tío Daemon, el príncipe canalla, había robado su virtud en un burdel de mala muerte en la ciudad. Pero solo era un rumor. La corte decía que a sus 17 años de edad ya debía estar casada, sus padres se habían casado a un edad más joven que la suya y estaba perdiendo sus años más fértiles. El rey estuvo de acuerdo con aquello y la obligó a contraer matrimonio con Sir Laenor Velaryon si no quería perder su derecho de nacimiento. 

La ceremonia con el heredero de Driftmark fue un desastre, luego del homicidio del guardia de Laenor a manos de Sir Cole, el gran maestre bendijo al matrimonio solo en presencia de sus familiares más cercanos. La corte habló de aquello durante días, y en secreto la princesa Rhaenyra tuvo que consolar a su marido por la perdida de su amante. 

La noticia del fruto del matrimonio, semanas después, fue todo un alboroto en la corte. El rey Viserys estaba más que contento y la reina Alicent se encontraba muy enojada porque su marido ignoraba el nacimiento de su cuarto hijo por darle toda la atención a su hija mayor y a su nieto aún no nacido.

Según Laenor, el día en que nació el mar se agitó y el sol fue más radiante que cualquier otro día, sobre todo considerando que era primavera. El heredero de la Serpiente Marina esa mañana había ido al muelle para buscar algo que su padre había enviando a su bebé, algo de incontable valor. Rhaenyra se había sentido extraña toda la noche y lo que iba de mañana pero no se imagino que podría ser porque se había puesto de parto, al menos no hasta que un maestre fue a verla a su habitación. Pronto, la noticia de que la heredera al Trono de Hierro estaba por tener a su bebé recorrió los pasillos de la Fortaleza Roja llegando a los oídos de su marido que corrió a su encuentro.

Sabía que aquella criatura no era suya, porque, aunque lo había intentado, no pudo hacerlo y luego la princesa había confesado su pecado, diciéndole, además, que sabía con certeza quien era el padre. 

— Prométeme, Laenor, prométeme que así como guardaré tu secreto hasta que muera, tu guardarás el mío. — pidió la noche en que se lo confesó.

— Será un pacto entre los dos. — aseguró él. 

La habitación de la princesa ese día estaba tan caliente que a cualquiera que no tuviera sangre de dragón se le haría imposible respirar, el moreno se sorprendió de encontrar a la dulce Elinda entrar con una jarra de agua caliente y caminar hacia la princesa con un pañuelo húmedo como si nada. Rhaenyra no parecía estar bien y su marido creyó que se iba a desmayar, y aunque trato de ayudarla ella solo lo permitió cuando Elinda puso al bebé envuelto en una manta sobre sus brazos.

— Es una niña. —  anunció la doncella.

Rhaenyra estaba tan distraída mirando a su muñeca que se veía tan pequeña entre sus brazos que no la escuchó. Laenor se acercó a su esposa para mirar al bebé. Aquel bulto entre los brazos de la princesa era tan pálido como lo era su madre, el poco cabello de su cabeza era blanco y estaba manchado de sangre, sus mejillas estaban rosadas al igual que sus labios que berreaban un reclamo. 

— Es muy pequeña. —  murmuró él, su esposa tarareo. — ¿Ya sabes que nombre le pondremos?

— Sí. Alaenna. 

— Alaenna Velaryon. Perfecto. 

Rhaenyra lo miró por fin, el cansancio era más que notorio en sus ojos violetas pero la felicidad también.

— Como ella.

Una año más tarde, un niño varón nacería, este niño obtuvo por nombre Jacaerys, su cabello era castaño y los ojos marrones, lo único que compartía con su madre y hermana era su piel clara y suave. El niño que nació después de él era igual. Laenor estaba feliz de que su esposa hubiera encontrado al hombre justo para cubrirlos, pero la reina Alicent no estaba muy satisfecha con los hijos de la pareja.