𝟖. 𝐄𝐥 𝐟𝐢𝐧𝐚𝐥 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐩𝐚𝐳

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Tal y como la princesa Alaenna había predicho, el rey Viserys murió aquella madrugada del inicio del verano. La reina Alicent fue quien dio la noticia al consejo del rey antes de que el sol terminara de salir, con una supuesta última declaración de su difunto, y falsamente amado, marido, según ella Viserys había cambiado de decisión segundos antes de morir y ahora era Aegon quien debía tomar el trono y no Rhaenyra como se había planeado hace veinte años en el pasado.

Aemond, que estaba sentado al otro extremo de la mesa, no le creyó ni una sola palabra a su madre. El rey había dejado más que claro horas antes que su decisión seguía firme y que Rhaenyra era quien iba a reinar después de él, pero no podía contradecirla, no frente a los lores del consejo interno. Si lo hacía, estaba seguro de que su madre le arrancaría el otro ojo sin pensarlo. O quizá lo haría su guardia, el infame Sir Criston Cole. 

Los miembros del consejo estuvieron de acuerdo con ella, en especial Sir Tyland Lannister que decía que una mujer no podía estar en trono y había influenciado a los demás para buscar la manera en que Aegon reemplazará a Rhaenyra en la sucesión. Aemond escuchó todo y permaneció callado, estaba más que seguro que Alaenna estaba detrás de la pared, escuchando todo, por eso solo se encogió de hombros cuando le pidieron su opinión y salió del salón dejándolos en lo suyo.

Y ciertamente, cuando cerró la puerta de la habitación de Alaenna después de entrar la puerta del pasadizo de abrió y ella salió con la cara enrojecida y el ceño fruncido. 

— ¿Cuál es tu posición ahora? — inquirió cerrando la puerta. Aemond frunció el ceño acercándose a ella,  pero ella lo hizo retroceder levantando la hermana oscura. — Respóndeme. Di la verdad, porque sé cuando me mientes. 

Aemond se quitó el parche y lo dejó sobre la mesa, luego subió sus manos a los botones de su abrigo y comenzó a quitárselo. 

— Fui claro anoche. No cambiaré mi palabra. — afirmó con calma.

Alaenna hizo ademan por acercarse aun con la daga en mano y levantada hacía él.

— ¿Y la reina? 

— Ella no influirá en mis decisiones. — argumentó dejando el abrigo a un lado, sobre una de las sillas. — ¿Te gustaría bajar eso y volver a la cama conmigo?

Alaenna se enderezó, parecía molesta pero aún así bajo la espada y la dejo sobre la mesa, luego se quito el vestido quedando en el camisón que usaba para dormir, caminó hasta sentarse en la cama que compartían. Aemond suspiró caminando para sentarse a su lado y la miró a los ojos. 

— ¿Qué haremos? — le preguntó ella, en voz baja.

— No lo sé ahora. Pero te prometo que nada malo ocurrirá. — aseguró su marido, dejando un beso en su mejilla. 

Cuando volvieron a despertar el sol ya había salido, alguien llamaba a la puerta con desespero, Alaenna gruñó irritada cuando Aemond se levantó de la cama, no se molestó en ponerse de pie, simplemente se cubrió con las mantas y trato de ignorar al intruso, pero las voces eran bastante fuertes. 

— ¡Tu hermano ha desaparecido, Aemond! ¡Debes ir por él! — le reprochaba la reina. 

— Cálmate. Iré en un momento, madre.  — dijo el príncipe, algo molesto.

Alaenna escuchó algunos murmullos más antes de que la puerta se cerrara y el peso del cuerpo de su marido volviera a hacerse presente en la cama. Aemond quitó las mantas y dejó al descubierto el rostro de la muchacha, le quitó el cabello del rostro y besó su mejilla.

— ¿Debes ir?

— Te veré en la cena, ángel. — murmuró él, besándole los labios.  

Su esposa jadeo indignada cuando él se alejó de nuevo, se sentó en la cama y lo vio cerrarse el abrigo.

The girl with the one eyeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora