𝟏𝟑. 𝐄𝐥 𝐡𝐞𝐫𝐞𝐝𝐞𝐫𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐚

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En Dragonstone las cosas no estaban tan bien como Alaenna creía, sus padres habían discutido por el asunto del niño cuando Rhaenyra se enteró que había sido plan de Daemon, la discusión acabó en que el príncipe canalla partiera en búsqueda de aquel ejercito en Harrenhal  que necesitarían para la guerra. Por ello, la princesa por fin recibió una carta escrita por su madre.

La reina le pedía a su hija que volara a Dragonstone lo antes posible, que no podían arriesgarse a que algo más ocurriera y que había algo que necesitaba hablar con ella en persona y que por obvias razones no podía hacerlo mientras ella estuviera en la Fortaleza Roja. 

Aquella petición no fue del agrado del príncipe regente, Aemond.

Alaenna no confiaba en él, se lo había dejado claro cuando le prohibió la entrada a su alcoba la noche en que se anunció aquello. Pero era su esposo, y por mucho que lo odiara, debía responder ante él, sobre todo si necesitaba subir a su dragón. 

— No puedes volar en dragón en el estado en que te encuentras. — resopló dejando a un lado la carta. 

— Tomaré un barco entonces. — dijo la princesa.

— No. — se negó rotundamente su marido.

Ella frunció el ceño, acercándose a él, Aemond no la había mirado aún y ella caminó hasta quedar frente a él casi obligando a que su ojo se posara sobre ella y aquellos ojos violetas que siempre conseguían inquietarlo. 

— ¿No? ¿Prefieres que me quede aquí, en King's Landing, y que tu madre y tu hermano paseen mi cabeza por todo el reino el viernes al mediodía de la misma forma en la que pasearon al pobre Jaehaerys, o que me paseen de la misma forma en que pasearon a Meleys?  — cuestionó molesta, su mano seguía sobre su vientre, y sus ojos no le habían apartado de ojo bueno de su marido. — En Dragonstone protegeré a Hydra, y la reina necesita a todos sus guerreros, yo no...

— Si sales de aquí creerán que los he traicionado. — la interrumpió Aemond, ella soltó una risita de burla alejándose de él, caminando a la ventana, él dio unos pasos hacía ella. — Se darán cuenta que te he ayudado a escapar, que traté de matar a Aegon. La reina no tendrá el espía que necesita en la corte. 

— Así que todo siempre ha sido para quedar bien, no porque realmente quieras hacer justicia. —  concluyó ella, mirándolo ahora. — Debí suponerlo. ¿Por qué traicionarías a tu madre y a tu hermano por mi familia? Después de todo, este matrimonio...

— ¿Este matrimonio? ¿Qué vas a decir ahora, que todos estos años han sido falsos? ¿Siquiera escuchas tus pensamientos antes de decirlo? — espetó él, molestó.

Alaenna no respondió, simplemente levantó el mentón y le dio un pequeño empujón para quitarlo del camino y caminar al pasadizo que la llevaría a su habitación. Aemond suspiró, quizá no había utilizado las palabras correctas, lo sabía, pero no la iba a dejar irse por eso. Caminó hasta ella y la tomó del brazo de la misma forma en la que lo había hecho aquella noche en la última cena, los ojos violeta de la princesa volvieron a posarse sobre él y la furia se le coló hasta los huesos.

— Suéltame. — exigió ella, forcejeando. 

Pero Aemond no la soltó, en cambio la tomó del cuello acercándola a sí, Alaenna jadeó ante la sorpresa y por primera vez se sintió incomoda ante el tacto de su marido.

— Escúchame una cosa, Alaenna. Si esto fuera por mí, habría matado a Aegon hace muchos años envenenando su copa, o hace días en el Septo, hace unos días en Rook's Rest, pero no lo hice. Hay más motivos para querer que esta guerra no continúe

— ¿Y cuáles podrían ser tus motivos, Aemond? — interrogó ella, interrumpiendo su discurso. 

— Tú. El heredero de la reina eres tú, tú eres su primogénita. —  susurró Aemond, subiendo su mano del cuello a la mejilla de su esposa, en los ojos de Alaenna solo había sorpresa. — El trono de hierro será tuyo, ese será mi regalo para ti. No puedo dártelo ahora, pero ayudando a tu madre a subir a él te lo dará en el futuro.

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The girl with the one eyeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora