La princesa Alaenna comenzaba a olvidar cómo era que sonaba la voz de su madre y de sus hermanos, habían pasado años desde la última vez que había escuchado sus voces y pasarían un par de meses más para que la princesa volviera a ver a su madre. En la Fortaleza Roja solo había logrado hacerse muy amiga de la princesa Helaena, quien era bastante rara, pero la entendía de cierta forma.
La hermana de su esposo era una joven muy dulce, que se distraía con más facilidad que la misma Alaenna, le gustaban los insectos y tenía su propia colección en su habitación, en ocasiones había escuchado a Hydra hablar sobre ellos y como su tía le había enseñado a distinguirlos, el niño decía que su favorito era el negro con muchas patas y su madre se reía diciendo que no era un caramelo, como solía llamarlo, que era una araña. Ambas madres se habían unido por lo que tenían en común, sus hijos y a sus maridos en la corte.
Su hijo estaba por cumplir tres años y había pasado los años más mortales con bastante tranquilidad y sin enfermarse de nada nunca. Alaenna nunca se había sentido tan preocupada por el bienestar de otra persona hasta que lo tuvo en brazos. Adoraba a su hijo con todo su ser y esperaba poder protegerlo de todo el mal que había en el mundo. Alaenna estaba segura que su esposo haría lo que fuera para protegerlos, así que no tenía tanto temor de ir por los pasillos ignorando las órdenes de la reina.
Su marido seguía siendo el mismo, aunque ahora era más descontrolado, no eran cosas de las que hablaran porque habían acordado no hablar sobre eso, pero Alaenna había escuchado que Aemond ahora hacía las labores sucias de su madre en el reino, cuidando la reputación de su hermano Aegon quien no dejaba de ser un idiota nunca. No se atrevió a preguntar, prefería no hacerlo, no pretendía dañar la relación que tenían ahora, pero definitivamente si aquello era cierto ella no estaba para nada de acuerdo con eso.
Una ceremonia para decidir la sucesión de Driftmark estaba planificada en celebrarse el día del solsticio de verano, el mismo día del aniversario de su boda por lo que sus planes con Aemond de llevar a Hydra al valle habían sido reemplazados por los preparativos para la reunión. Todo porque Lord Corlys había resultado gravemente herido y la casa no podía permanecer demasiado tiempo sin un líder. Alaenna estaba muy emocionada por volver a ver a su familia que olvidó por completo que había estado haciendo algo para su esposo y la sorpresa se vio arruinada por su descuido cuando Aemond vio sobre la mesa de la habitación de la muchacha el abrigo bordado y las cuentas de plata que aún estaban sobre la mesa.
— ¿Desde cuándo sabes bordar? — le preguntó con una sonrisa en el rostro.
— Tu hermana me enseñó hace unas semanas.
— Por eso ahora pasas más tiempo con ella que conmigo. — concluyó, ella asintió quitándole el abrigo de las manos. — Yo creía que habías dejado de amarme. — acusó después mirándola a los ojos.
Alaenna lo miró indignada, le dio un golpe en el pecho y Aemond fingió dolor ante eso.
— Eres un idiota. — acusó caminando hacía donde Hydra jugaba con su dragón de piedra. — Vamos, hijo.
— Alaenna. — la detuvo su marido acercándose a ellos, los ojos violetas de ella volvieron a él y el príncipe suspiró. — ¿A dónde vas?
— Hydra debe tomar un baño. Tara lo espera en su habitación. Deberías hacer lo mismo. — sugirió tomando en brazos al niño que también miró a su padre con sus ojos violetas. — Despídete de papá, bebé.
El pequeño se inclinó hacía su padre, Aemond se agachó un poco permitiendo que su hijo dejara un beso en su mejilla y él dejó un beso en su cabello platinado. Luego miró a su esposa, había algo en aquellos ojos que lo atrapaban por completo, sobre todo cuando brillaban de emoción. La vio marcharse por la puerta que conectaba a la habitación de Hydra y decidió seguir su orden e ir a su propia habitación para cambiarse para ir a la reunión en el salón del trono que se realizaría a la hora del té.
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The girl with the one eye
FanfictionViserys adoraba a su hija Rhaenyra con todo su ser, amaba a su hermano Daemon aunque no confiaba mucho en él. A la hija de ambos la tenía en un pedestal, incluso sin saber que era su hija. Eso nunca le gustó a su esposa, mucho menos después de la mu...