III: "Tiempo a solas"

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[ Juan Pedro x Gustavo ]

Los días en la escuela continuaron con aparente normalidad para Juan Pedro y Gustavo. Sin embargo, Gustavo no podía quitarse de la cabeza las palabras de Lía. Aunque intentaba ignorarlas, volvían a su mente en los momentos más inoportunos, como un eco persistente. No podía evitar sentirse molesto y confuso por el impacto que esas bromas habían tenido en él.

Para empeorar las cosas, cada vez que Gustavo y Juan Pedro intentaban pasar un momento agradable juntos, Lía y Valentina aparecían con sus bromas o para pedir ayuda con las tareas. Aunque no lo hacían con mala intención, Gustavo deseaba desesperadamente tener tiempo a solas con Juan Pedro, sin interrupciones.

Una tarde, después de la escuela, Gustavo se acercó a Juan Pedro mientras guardaba sus libros en la mochila.

—Oye, J.P, ¿te gustaría venir a mi casa esta tarde? Podríamos jugar a Brawl Stars o algo así... —dijo Gustavo, con una mezcla de timidez y emoción en su voz.

Juan Pedro asintió sin dudar, con una amplia sonrisa en el rostro.

—Claro, sería genial. Necesito una distracción de tanto estudio.

El camino a casa de Gustavo estuvo lleno de risas y bromas, la atmósfera era ligera y cómoda. Al llegar, se dirigieron directamente a la sala, donde encendieron sus celulares y se sumergieron en el mundo de Brawl Stars. Las horas pasaron volando, entre emocionantes partidas y carcajadas que resonaban en la habitación.

En un momento de emoción durante el juego, Juan Pedro se inclinó hacia adelante, tratando de ver mejor la pantalla. Sin querer, su respiración rozó el cuello de Gustavo. Fue un toque breve, casi imperceptible, pero suficiente para que Gustavo sintiera un escalofrío recorrer su espalda.

—¡No puedo creer que hayas hecho eso, J.P! ¡Esa fue una jugada increíble! —exclamó Gustavo, dejándose caer en la cama con una sonrisa de asombro.

Juan Pedro rió y le dio un golpe amistoso en el brazo.

—Tienes que mantenerte en guardia conmigo. Nunca sabes lo que puedo hacer.

El silencio se hizo presente por un momento mientras ambos disfrutaban de la compañía del otro. Gustavo observó a Juan Pedro de reojo, notando cómo sus ojos brillaban con entusiasmo. Su corazón latía aceleradamente, pero lo atribuyó a la emoción del juego.

En medio de una partida particularmente intensa, Juan Pedro se movió más cerca, apoyando una mano en el muslo de Gustavo para estabilizarse mientras se inclinaba hacia la pantalla, pero claramente era una insinuación para bromear con él. Gustavo sintió el calor de la mano de su amigo a través de la tela de sus jeans, y su pulso se aceleró. Intentó concentrarse en el juego, pero su mente estaba demasiado distraída por la proximidad de Juan Pedro.

—¿Qué te parece si jugamos a la pelota afuera? —sugirió Juan Pedro de repente, rompiendo el silencio.

—¡Claro! Vamos antes de que se haga tarde.respondió Gustavo, levantándose rápidamente mientras sentía una ola de emoción recorrer su cuerpo.

El vecindario estaba tranquilo y el sol comenzaba a bajar, pintando el cielo con tonos naranjas y rosados. Los chicos comenzaron a pasar la pelota entre ellos, riendo y bromeando mientras lo hacían. A medida que jugaban, la conexión entre ellos se hacía más palpable, como un lazo invisible que los unía cada vez más.

—¡Oye, ten cuidado! —gritó Juan Pedro cuando la pelota casi golpeó a un vecino que pasaba. Ambos estallaron en carcajadas mientras el vecino les dirigía una mirada divertida antes de continuar su camino.

Después de un rato, se sentaron en el césped, respirando con dificultad pero sintiéndose increíblemente vivos. Gustavo miró a Juan Pedro y sintió un nudo en el estómago. ¿Qué era esta sensación? ¿Por qué se sentía tan feliz y nervioso a la vez?

—Esta semana ha sido un caos en el colegio —dijo Gustavo, rompiendo el silencio mientras aún recuperaban el aliento.

—Sí, totalmente. Lía y Valentina no han parado con sus bromas —respondió Juan Pedro, recordando las situaciones incómodas de los últimos días.

Gustavo frunció el ceño.

—A veces creo que se pasan de la raya. No soy gay, y sus bromas me molestan. No entiendo por qué tienen que ser así —dijo con un tono ligeramente agresivo.

Juan Pedro, un poco sorprendido por la actitud de su amigo, intentó suavizar la situación.

—Sí, entiendo lo que dices. A veces sus bromas pueden ser pesadas e incómodas. Pero creo que no lo hacen con mala intención.

Gustavo suspiró, sintiéndose un poco culpable por su arrebato.

—Es que... no sé, me siento raro. Solo quiero pasar tiempo contigo sin que ellas interrumpan.

Juan Pedro asintió comprensivo, esbozando una pequeña sonrisa.

—Lo sé, Gus. Pero no te preocupes, siempre podemos encontrar momentos solo para nosotros... como este.

Gustavo sonrió, más relajado ante las palabras de Juan Pedro. A pesar de todo, no podía evitar sentirse incómodo por la persistencia de las bromas de las chicas y sus propias reacciones confusas. Sentía una mezcla de emociones que le resultaban difíciles de comprender.

El sol comenzaba a ocultarse, tiñendo el cielo de un rojo profundo. El día estaba llegando a su fin, y Juan Pedro se levantó del césped, estirándose.

—Bueno, creo que es hora de que me vaya. Mi madrastra me va a matar si no llego a tiempo para la cena —dijo con una risa ligera, aunque su tono denotaba cierta molestia.

Gustavo se puso de pie también, tratando de ocultar su decepción.

—Sí, supongo que es lo mejor. Gracias por venir, me divertí mucho hoy.

—Yo también, Gustavo. Hasta mañana en el colegio —dijo Juan Pedro, dándole una palmada en el hombro antes de comenzar a caminar hacia su casa.

Gustavo se quedó allí, observando cómo su amigo se alejaba. Sentía una mezcla de alegría y confusión, abrumado por las emociones que empezaban a surgir en su interior. No podía ignorar más los sentimientos que se arremolinaban en su pecho cada vez que estaba cerca de Juan Pedro. A pesar de que todo parecía una simple broma para Lía, esos comentarios habían desencadenado una serie de pensamientos y emociones en ambos que no podían ser ignorados.

La tarde había sido perfecta, con risas y momentos de camaradería, pero también había dejado a Gustavo con más preguntas que respuestas. La complicidad que sentía con Juan Pedro se sentía diferente ahora, más intensa, y eso lo aterrorizaba. A medida que el cielo se oscurecía, Gustavo sabía que tendría que enfrentar sus sentimientos tarde o temprano, pero por ahora, se permitió disfrutar del recuerdo de una tarde perfecta con su mejor amigo.

...Fin del capítulo 3...

"Amor inesperado" JP × GDonde viven las historias. Descúbrelo ahora