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Al llegar a la tienda Jean Pierre y el teniente Walker ataron al hombre a una silla. Restringir la movilidad de su objetivo era uno de los primeros pasos para iniciar un interrogatorio.

—Con que Turner...—Bleiston tomó asiento frente al soldado y lo observó con detenimiento por varios segundos—...¿Cuál es tu verdadero nombre?

—Soy Joseph Turner, ese es mi verdadero nombre.

—Mmm...—Bleiston tomó los registros que descansaban sobre la mesa de su escritorio y los arrojó frente a él.—¿Entonces por qué no figuras en ninguno de ellos?

—¿Cómo?—Aldini y Walker se miraron confundidos. Estaban seguros de haber escuchado ese apellido antes cuando tomaban lista entre sus reclutas.

—Con todo respeto general tiene más de un centenar de hombres y mujeres bajo su cargo—prosiguió el acusado—¿En serio cree recordar todos sus nombres?

—Los recuerdo perfectamente, señor "Turner"

—Veamos...—Jean Pierre se apresuró a recoger los registros y revisarlos para salir de toda duda. Al leerlos se dio cuenta que su general no se equivocaba. 

El único soldado con ese apellido había resultado herido de gravedad en su último combate y lo más probable es que estuviera muerto. Lo que significaba que ese intruso estuvo usurpando su identidad todo ese tiempo. Debió infiltrarse con ayuda de Leonor en el campamento y desde entonces había permanecido allí ocultó entre sus hombres como un parásito.

—Solo lo repetiré una vez más...¿cuál es tu verdadero nombre?

—Mi nombre es Joseph Turner, general—insistió el soldado, pero esta vez no pudo disimular su desprecio, una de las comisuras de su boca se curvó ligeramente hacia un lado mientras apretaba sus manos en puño.

—En ese caso señor Turner déjeme confesarle algo...—esbozó una sonrisa—...cuanto más se resista, más duro será su castigo, así que le aconsejo que no me haga perder el tiempo. No soy un hombre muy paciente.

—¡Yo le salvé la vida!—exclamó exaltado. Estaba a punto de perder los papeles.

—Y yo le arrebatare la suya si no me dice lo que deseo oír —sus miradas se encontraron—¿Dónde está el general Sánchez?... Él fue quien ordenó mi muerte ¿no es así?

Silencio.

—Con que lo conoce...—siguió Bleiston al ver el brillo de reconocimiento en sus ojos—...Por supuesto que lo conoce.

Su mirada no se apartaba del rostro de Turner, registrando cada uno de sus gestos y movimientos. Era como observar un insecto a través de una lupa.

—No sé de que habla—el desprecio volvió a su rostro, pero esta vez había algo de miedo. Podía verlo y también sentirlo.

Damien se echó a reír.

—Lo sabe muy bien. Y tarde o temprano me lo dirá, señor Turner.

—¡General!—uno de sus soldados lo llamó afuera de su tienda—La señorita Helen está aquí y desea verlo.

Bleiston se dirigió entonces a Jean Pierre—Continua con el interrogatorio—ordenó y luego miró al teniente Walker—Y también revisen muy bien cada una de sus pertenencias y su tienda.

—Sí general.

Los dos hombres se apresuraron a tomar a Turner de los brazos para llevárselo consigo mientras este último se quejaba. Una vez que los tres desaparecieron tras la puerta, la mujer ingresó.

—General Bleiston—Helen se echó a sus pies llorando.—Yo no hice nada, le juró que yo no traté de hacerle daño.

—Lo sé.

Prohibido AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora