"La vida es un constante sube y baja, una montaña rusa que nunca se detiene. Algunas veces estamos en la cima y otras, estamos luchando por salir del fondo. Pero, lo más importante y que he aprendido en la vida, es qué, el verdadero poder lo tenemos...
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𝘾𝙖𝙧𝙡𝙤𝙨.
El camino hacia el hospital se sintió mucho más ligero de lo habitual.
El típico tráfico matutino esta vez se había desvanecido casi que por completo y las calles estaban algo vacías para ser horario pico. ¿Qué estaba pasando? ¿Acaso me encontraba en una realidad alterna o simplemente era un día festivo y no lo sabía? Se sentía extraño ver solo uno que otro auto a mi alrededor.
—Oh, vamos, Carlos. Estás siendo un paranoico —me dije a mí mismo, buscando relajarme un poco. Por un segundo, no quería pensar en eso.
Mi cabeza estaba empezando a doler un poco y parecía querer dar vueltas otra vez, alrededor de lo que había acontecido en las ultimas horas. Las imágenes de aquel sueño aun seguían latentes y frescas en mi mente.
Finalmente, llegué al hospital. Aparqué en el estacionamiento, apagué el motor y me quedé en el coche por un momento.
Necesitaba algo de aire.
Una vez entrara al lugar, no habría tiempo para seguir pensando en tonterías. Tenía que enfocarme en Charles y en su estado de salud. Por lo qué, con esa determinación, salí del coche, tomé la maleta con las pertenencias de mi chico y me dirigí hacia la entrada principal.
Caminé hacia la recepción, donde las luces blancas me hicieron parpadear un par de veces mientras me acostumbraba al brillo. El lugar estaba en silencio, salvo por el suave murmullo de las enfermeras hablando en voz baja y el ocasional sonido de una máquina pitando en alguna habitación cercana.
Apenas había dado unos cuantos pasos dentro cuando vi a Alexandra a lo lejos, ella se encontraba sentada en una de las tantas sillas de la sala de espera y sola, con la mirada algo perdida en algún punto fijo. Se veía muy cansada y con ojeras ligeramente marcadas.
Me acerqué a ella, notando un poco la tensión que cargaba en sus hombros.
—Alex —la llamé suavemente, para no asustarla. Ella levantó la cabeza y, al verme, se puso de pie de inmediato.
Me recibió con una sonrisa suave, que intentaba ocultar el estrés y la presión del momento.
—Carlos —me saludó con un tono de voz bajo, casi como si temiera molestar a alguien —¿Cómo estás?
—Bueno, aquí, tratando de sobrellevar todo esto —le respondí con sinceridad —¿Y tú? Pareces agotada.
—No he dormido mucho —admitió, y luego me explicó —Esteban tuvo que irse temprano. Tenía que presentar unos exámenes en la universidad y lo mandé a descansar un rato.
Asentí, comprendiendo la situación.
—Por cierto, ¿Cómo está Charles? ¿Qué tal pasó la noche? —me atreví a preguntar, fingiendo un tono de voz calmado. Cuando realmente estaba ansioso por su respuesta —¿Los doctores te han dicho algo?
