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Raúl le aconseja que deje estar el asunto del arreglo anónimo, y que ya ni se moleste en contestarle a Jaime, porque a esas alturas, ya debió haber entendido que no quería decir nada. En resumen, que siguiera adelante con su vida, porque, si la persona se quería hacer notar, iba a ir dando pistas de a poquito.

Almuerzan junto a Rocío, quien se les une tras verlos desde la fila, y Carlos se alegra de verlos juntos, recordando la primera vez que la mujer le habló, vuelta un manojo de nervios para preguntar si Raúl estaba pololeando.

Durante el tiempo que dura la comida el tema de las flores sale de su mente, pasando a contar anécdotas del trabajo, hacer planes para carretear y de la amistad de Valentina con Yoli y Carla. Todo eso lo lleva a pensar en algo que suele ignorar:

Más allá de Raúl, todos sus lazos sentimentales se resumen en polvos esporádicos y relaciones truncadas, y su mente va a parar en derroteros clásicos familiares...

En ese momento, cuando está empezando a recordar los sermones de su papá, suena su celular, con la melodía midi de la intro de Friends. Mira la pantalla de colores azules pastel y su estómago se contrae.

Es su mamá.

Sus amigos se dan cuenta del cambio en su expresión, y Raúl adivina con rapidez:

—¿Tu papá? —Carlos mira a su amigo, y luego a su amiga, niega con la cabeza y aclara que es su mamá.

Se levanta de la mesa, se aleja en dirección a la entrada del casino y responde, sintiendo el corazón acelerado y las manos sudorosas.

—¿Aló?

—Carlos, soy tu mamá —La voz de la mujer, muy aguda e infantil le trae sentimientos encontrados, entre el abrazo materno y la culpa del señalamiento.

—Sí sé... ¿Qué pas...

—Tu papá está grave, y me pidió que te llamara. —El nudo en su estómago viaja hacia su garganta.

—¿Cómo grave...?

—Le volvió a dar un infarto, y esta vez con una trombosis en la pierna izquierda —La voz de la mujer empieza a quebrarse, amenazando con quebrar la suya también.

—Pero, está... —En ese momento, Raúl sale del casino, preocupado—. ¿Está bien?

Su amigo compone una expresión de incomprensión, la que Carlos calma con un gesto de la mano.

—Está estable, pero lo retaron mucho... —La pausa de su madre no trae nada bueno, llevándolo a pensar en el peor de los escenarios, encontrándose de golpe con que no sabe decir cuál sería ese escenario para el—. Pucha, Carlos, no sé cómo decirte esto —Una nueva pausa—. Pero quiero pedirte perdón, han pasado varios años y...

—Mamá, hablamos de eso después, ¿ya? —Su madre no responde nada—. ¿Dónde está mi papá?

—Está en la clínica Alemana.

—Voy a pedir permiso para ir.

—No, Carlos, no sé...

—No sabes si me va a querer ver —afirma Carlos, tajante—. Ya, avísame entonces si puedo ir. —Carlos quita el celular de su oreja y corta la llamada, sintiéndose furioso y herido.

—Carlos, ¿qué pasó? —pregunta Raúl, y nada más mirarlo, Carlos se larga a llorar, abrazándolo desconsolado.

Su cabeza es un torbellino lleno de recuerdos dolorosos, preguntas sin formular y arrepentimientos.

Las flores están en el fondo del torbellino por ahora.


Orquídeas para CarlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora