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De igual forma que sucedió con las flores, Carlos lleva el cubo a Raúl en la hora del almuerzo, dejándolo sobre su escritorio nada más entrar en la oficina.

Su amigo mira el regalo anónimo de cerca, luego a Carlos, para volver al cubo otra vez.

—Tengo una idea de qué puede ser, pero me da cosa abrirlo, Rau.

—¿Por qué?

—No sé si voy a poder volver a armarlo, po'h.

—Es un cubo de origami, plegable.

—Eso ya lo sé, duh —afirma Carlos, con voz burlesca—. Pero no sé qué es en sí, porque tiene más dobleces, y supongo que es cosa de abrirlo.

—Sí, pueden ser varias cosas, pero algo me dice que es una flor. —Carlos mira a Raúl sin comprender—. Sigue la línea del regalo anterior.

—¡Aaah! Cierto.

—Si es el diseño que estoy pensando, no debe ser muy difícil de abrir, pero para estar seguro, déjame buscar un tutorial para...

—Rau, vamos a almorzar mejor —interrumpe Carlos—. Si no, nos van a dejar sin postres.

El hombre mira a su amigo, aún sentado en su escritorio, a punto de poner sus manos en el teclado para buscar, en una extraña parodia de un niño a punto de hacer una travesura, cuando su mamá lo descubre. Así que Raúl aleja las manos del computador y se pone de pie, para seguir a su amigo hasta la puerta.

—Me llama la atención lo bueno que eres para sacar conclusiones, Rau, y ni siquiera te gustan los libros policiales.

—No, pero los de Asimov tienen un poco de policial. —Caminan en dirección al casino, cuando Raúl pregunta de improviso, tomando por sorpresa a Carlos—: oye, ¿Por qué apagaste el celular?

—¡Ay!, ya te salió otra vez lo detective... —Raúl lo mira, con suspicacia—. Ayer me volvió a hablar el Jaime, preguntándome si no le quería responder.

—¿Y le respondiste?

—Sí. Le dije que no quería que volviera a buscarme. Pero cuando me fui a acostar, me empezó a llamar, y de verdad que no tenía ganas de contestarle.

—Me parece bien —conviene Raúl, mientras mueve la cabeza en afirmación—. Yo siento que no te hace bien él.

—No, la verdad es que no, y con la lluvia de mierda de mi familia... lo menos que necesito ahora son más ataos.

Entran al comedor, buscan comida y se juntan a almorzar con Rocío, quien, nada más ver a su pololo, suelta una cara de sorpresa mezclada con preocupación, cual si hubiese recordado algo de último minuto.

—¿Qué te pasó? ¿Se te olvidó algo? —pregunta Raúl. Rocío cambia su expresión, tratando de enviar un mensaje en clave, pero la torpeza de Raúl para leer expresiones la pone nerviosa.

—Se me olvidó traerte tu encargo. —intenta Roci, mas, Raúl se queda mirando otra vez, tratando de recordar a qué encargo se refiere.

Carlos ve la escena con fastidio, poniendo los ojos en blanco, para tratar de cambiar el tema luego:

—En otro ámbito de la noticia —empieza, imitando a Tulio Triviño—, me llegó otro regalo.

—Más flores —aventura Roci.

—No, un origami —responde Raúl.

—De flor —complementa Carlos.

—Está claro entonces que es de la misma persona... ¡qué romántico! —exclama Rocío, al tiempo que mira a su pololo, con gesto serio.

—Sí, y ayer igual estuvimos mensajeándonos. Le mostré al Rau cuando me volvió a hablar. —Carlos se emociona, pero el rostro de Rocío se vuelve más serio, lo que empieza a preocuparlo, más aún al notar que su amigo no parece notar la molestia de su pareja.

—Nunca me contai estas cosas, po'h, Rau, nunca me contai nada. —El aludido va a responder, pero las palabras parecen no llegar a su boca.

—Bueno, como sea. Estoy empezando a pensar que es alguien de acá, de la pega.

—¿Y si pides revisar las cámaras? —sugiere Raúl, pasando por completo del conflicto que acaba de nacer, aferrándose al tema escogido por su amigo.

—No se me había ocurrido. No es mala idea.

—¡Pero rompería toda la magia! –alega Roci, empezando a molestar a Carlos.

—Sí, pero no sé qué tanto saco manteniendo la magia... —La expresión de Carlos decae, haciendo que la pareja olvide por completo las discusiones previas.

—¿Por qué? —pregunta Rocío, preocupada.

—Ahora mismo no estoy para tontear, o enamorarme. —Carlos hace una pausa para comer—. Con todo esto de mi papá y mi familia, tener a alguien a quien presentar no creo que me ayude mucho.

—Eso si me lo contó –dice Roci, al tiempo que mira a Raúl—, qué mierda tu hermano, no tenía ningún derecho de impedirte ver a tu papá.

—Pero el tampoco hizo nada por verme...

—Pero lo escuchaste preguntar por ti po'h —agrega Raúl.

—Sí, pero no me ha llamado ni nada. Revise todos los mensajes de llamada perdida y no había nada de otro número.

—Es que, si le están controlando todo, y si sigue en el hospital, está dificil po'h —concluye Roci.


Orquídeas para CarlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora