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Rocío está muy nerviosa, porque sabe que las probabilidades de que Raúl las cague son muy altas.

Sus manos sudorosas le dificultan la tarea de adornar el pequeño departamento de Carlos, tarea que lleva realizando con Valentina durante varias horas, al tiempo que recibe invitados y los ubica en los pocos espacios comunes del piso, como el balcón, el sillón del living comedor, la cocina americana y la entrada, obligándolos a ayudar a prepararlo todo; la comida, los carteles y los globos, pues el tiempo se está acabando. Incluso tiene un par de vigilantes en la recepción, que ni Rau ni Carlos conocen, para que avisen cuando lleguen.

Valentina intenta conversar con ella cada cierto rato, y Rocío se la pasa disculpándose, porque no es capaz de mantener la concentración en la plática, pendiente de cada detalle de la sorpresa. Su vista se pasea entre la cocina, donde ya está casi todo listo, los muros, con sus carteles y globos, escuchando cómo explota uno.

Mira cada treinta segundos la puerta, pendiente a que el pomo no se gire, mientras se cuestiona si está todo en su lugar, buscando la aprobación de Vale, que la mira, tratando de calmarla.

Su pololo le ha contado sobre lo mucho que le gusta a Carlos celebrar su cumpleaños, comparándolo con uno de los personajes de una sitcom que empezaron a ver hace unos meses, así que la presión por alcanzar su objetivo aumenta a cada segundo.

Por eso, cuando su teléfono suena con el ringtone asignado a uno de los vigilantes, pega un saltito, se apresura a pedir que todos apaguen las luces, y reza porque Raúl lo haya traído por la calle contraria a su ventana.

Esperan un par de minutos en un silencio cargado de tensión, y Rocío imagina el ascensor al subir, tratando de calcular en qué piso debe encontrarse, hasta que Mimí empieza a pasearse frente a la puerta, consciente de que su humano se acerca.

Escuchan las llaves en la puerta, y cuando el pelirrojo cruza el umbral, los encargados encienden las luces, gritando a todo pulmón mientras lanzan el confeti:

¡Sorpresa!

La cara de Carlos muta en varias expresiones, como siempre pasa cuando te cantan el cumpleaños feliz, para empezar a dar saltitos de felicidad durante un minuto.

Se acerca a Roci, la abraza con fuerza, y le agradece el gesto, pues sabe que Raúl no hubiese hecho algo así por su cuenta, más que nada por su problema con los ruidos.

De hecho, su amigo entra al departamento solo cuando Carlos ya va en el segundo abrazo, dirigido a su sobrina putativa, Valentina, quien felicita a su tío con un abrazo apretado y uno de sus cada vez más escasos besos en la mejilla.

El resto de los invitados se acerca al festejado, por lo que este resulta inaccesible para la pequeña familia de tres, quienes se alejan en distintas direcciones, Raúl en la cocina, Rocío a la mesa del comedor y Valentina hacia el computador.

Valentina está a cargo de la música, pues comparte varios gustos con su tío, haciendo sonar un mix de canciones descargadas para la ocasión, guardadas en la carpeta «Cumple tío Carlos».

Raúl saca una caja con botellas de espumante y vasos plásticos de la cocina, entregándolas a Sergio y Rodri, los otros dos amigos de la universidad con quienes Carlos sigue en contacto, aunque de manera esporádica. Estos ayudan a Destapar el champán y servir vasos para todos, mientras Rocío ofrece canapés de distintos tipos.

—¡Que son lindos! —exclama Carlos, mientras mira a los asistentes, en especial a Rocío, tratando de hablarle con la mente, para decirle que ya intuía la sorpresa.

Entonces, la mujer se le acerca, alcanzándole una selección de canapés, al tiempo que confiesa:

—Oye, traje a algunos amigos del trabajo... espero que no te moleste —Carlos vuelve a abrazarla con fuerza, y Rocío, a pesar de tener las manos ocupadas con los canapés, le corresponde lo mejor que puede, riendo nerviosa. Carlos niega con la cabeza, tranquilizando a su amiga, mientras esta le ofrece algunos canapés de su bandeja.

—¡Está la Nati, y la Sofi! —Carlos hace un gesto conforme, para terminar de calmar a su amiga, para luego entrecerrar los ojos—. Y los chicos, ¿quiénes son? —agrega, en tono coqueto.

—¡Ah, sí! Son el Mati y el Gustavo. Hablo harto con el Tabo, pero el Mati es el pololo de la Sofi, así que... —Rocío pone cara de circunstancia, mas, Carlos vuelve a quitarle importancia con un gesto de la mano—. Necesitaba gente que no conocieras para hacer guardia...¿De verdad no te molesta?

—No, Roci, tranquila. Se las mandaron con la fiesta, de verdad.

—Me costó harto convencer al Rau, tu sabís, por el ruido y la gente —Rocío mira a Carlos, con expresión de solemne entendimiento mutuo.

—Pero eso lo vuelve más bonito aún po'h. —Carlos mira a su amigo entrar y salir de la cocina a la distancia, con latas de cerveza—. Cosas como estas me hacen saber que me quiere.

—Te quiere caleta, aunque le cueste decirlo.

—Y es de los pocos que me ha aceptado... —De pronto, los ojos de Carlos se llenan de lágrimas.

—Pero, Carlos... —Roci se acerca al hombre, abrazándolo—. ¿Estás bien?

—Sí, sí estoy bien, pero —Carlos hace una pausa, tratando de contener el llanto—, han sido semanas difíciles, y estoy sensible.

—¿Quieres hablar de eso? —La mujer aparta a Carlos, llevándolo hacia la cocina.

—Siempre es difícil esta fecha, porque estoy lejos de mi familia, y ahora, con lo que le pasó a mi papá, la reacción de mi hermano... —Carlos se tapa los ojos, porque siente las lágrimas acercarse.

—Ya, pero no pensís en eso —sugiere Roci, aunque no logra sonar convencida—. ¡Tenís que pasarla bien! —Raúl entra a la cocina, mira a su amigo, deja las copas restantes sobre la mesa y lo abraza por varios segundos, un verdadero privilegio para quienes lo conocen.

—¿Estás bien? —pregunta Raúl, mientras Carlos intenta serenarse. Inhalando y exhalando con profundidad.

—Sí, tranquilo, me emocioné un poco nomás, es eso. —Rau asiente, mira a su amigo un instante, y vuelve a tomar las copas, le ofrece una a su amigo, y sale a ofrecer las otras.

La celebración continúa, y Raúl revela otra sorpresa, pues, tras quitar un mantel de una mesa plegable, enciende un proyector que pidió en el trabajo, apaga las luces y, tras conectar el aparato al computador, deja correr un vídeo que prepararon con Valentina para el cumpleañero.

El vídeo contiene grabaciones de distintas fuentes con la canción "Amigo", de Los Enanitos Verdes de fondo, escenas carreteando con sus amigos, con Vale y Raúl en la casa de la playa, salidas al cine con la pequeña familia, y luego, sin música, algunas de cuando era pequeño, en momentos bochornosos, lo que lo lleva a preguntarse por el origen de los extractos. Verse a sí mismo jugar con sus hermanos cuando tenía cinco años, andando en bicicleta junto a su papá o poniéndose disfraces de su hermana mayor, al tiempo que saca varias risas a los presentes, lo hace volver a aquellos momentos, a la familia que siente, perdió hace casi una década.

Todos miran con ternura el vídeo, y cuando acaba, aplauden con fuerza mientras se encienden las luces.

Carlos se larga a llorar otra vez, y, mientras abraza a su pequeña familia adoptiva, su mente se llena de recuerdos, dejando entrar no solo a sus actuales seres queridos, sino también a los que no están.

Entonces, llaman a la puerta del departamento.


Orquídeas para CarlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora