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Cuando despierta por la mañana, se da cuenta de que jamás se acostó, durmiendo sobre las frazadas y los cobertores, abrigándose con Mimi y la ropa que llevaba puesta.

Demora un par de minutos en terminar de reaccionar, mirando por instinto el celular para ver la hora, extrañándose al encontrar apagado el aparato. Mira más atrás en el velador, y al ver la hora en el reloj despertador, casi bota a Michard de la cama, despertándolo de un susto al saltar el de esta.

Son casi las ocho de la mañana, y su hora de ingreso está a solo diez minutos de distancia. Enciende el celular, y tras meterse a la ducha, lo escucha vibrar con violencia sin ton ni son.

Varios tonos consecutivos indican smses y llamadas perdidas, los que revisa tras abrir la cortina de la tina, encontrando notificaciones de Raúl, Jaime, e incluso de Rocío.

Sale del baño a toda velocidad, y busca ropa de igual forma, tirando colgadores y pantalones en todas direcciones, hasta encontrar una teñida de trabajo que suele guardar para emergencias, pues está planchada y escogida a juego.

Llama al radio taxi de siempre, esperando que puedan enviar un móvil lo antes posible, mas, la hora lo obliga a mantenerse en línea por tanto tiempo que decide colgar.

Cambia de estrategia y marca a Raúl, quien contesta con voz preocupada.

—Carlos, ¿Qué te pasó?

—Me quedé dormido, weón, apagué el celular ayer cuando llegué y pasé de largo. —responde, mientras deja el celular en alta voz para vestirse.

—¿Y dónde estái ahora?

—En el depa aún... —Carlos guarda silencio un momento, dejando tiempo para que su amigo hable, de aquella forma que suele sorprenderlo con soluciones a distintos problemas.

—Mira, ya le avisé a don Exe que no te podía ubicar. Le tuve que contar que las cosas no salieron bien ayer y...

—Puta, Rau, ¿Qué weá le dijiste? —brama Carlos, sin lograr contener la rabia a causa de los nervios.

—No le dije todo po'h. Le conté que tu familia está peleada y que se armó la misma cuando fuiste... —responde Raúl, con arrepentimiento en la voz.

—¿Qué más?

—Na' po'h, que quedaste achacado y que no estabas bien. —Carlos se relaja, entendiendo que su amigo no lo delató.

—Ya, vale. —Termina de abrocharse los zapatos, revisa su mochila y sus llaves, dispuesto a salir al vuelo. —Mira, dile a don Exe que me disculpe, que voy a llegar terrible tarde, así que el descuento va, sí o sí; tampoco puedo abusar de la buena voluntad del caballero.

Cierra con un portazo, empieza a caminar hacia el ascensor, y recuerda antes de subirse que Mimí no tiene comida.

—Sí, tranqui, yo le digo a don Exe.

—Ya, gracias. Como siempre, te debo una.

—No hablís tonteras, si por algo no llevamos la cuenta.

—Ya, gracias, amigo. Te quiero mucho. —Puede escuchar en la bocina del teléfono la respiración nerviosa y entrecortada de Raúl, lo que le saca una sonrisa. —Sí sé que no te gusta que diga esas cosas, sorry.

—Yo igual, oh. Nos vemos acá.

Como sabe que ya va atrasado, decide tomarse las cosas con calma, siguiendo una de las máximas que su papá solía decirle cuando era pequeño:

«Vísteme despacio, que voy deprisa»

Y nada más recordar las palabras, la pena vuelve a inundarlo.

Después de aquel ajetreado despertar, la ansiedad le había impedido pensar en su papá, dejando de lado también al resto de su familia, cuyas caras aparecen una tras otra en su mente, ahora que los recuerdos van volviendo.

Sube al metro con normalidad en dirección a Los Héroes, para luego combinar hasta Santa Ana, donde sabe que una línea de buses puede dejarlo cerca del trabajo.

Perder un día de sueldo no le hace ninguna gracia, pero tiene que asumir su error, más después de que su jefe le dejara faltar el día anterior para ver a su papá. Y, contrario a lo que piensa, cuando llega a la empresa, Don Exe ni siquiera se le acerca, por lo que puede volver a su puesto sin problemas, para tratar de recuperar a toda velocidad las horas perdidas.

No obstante, cuando llega a su escritorio, un pequeño cubo azul de papel lo descoloca.

Orquídeas para CarlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora