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Natalia se pone nerviosa nada más ve a Carlos acercándose, sin lograr disimular su mirada de reojo a Medida que su compañero avanza hacia ella. La cara del hombre no esconde su molestia, y su pelo rojo parece agudizar su descontento. Por eso, apenas llega junto a su casillero, decide adelantársele, soltando:

—La idea fue de la Roci, ¿ya? —Carlos demora un momento en procesar la información, entendiendo la confesión de la mujer, en cuya expresión ve tal miedo, que solo falta que tenga las manos arriba para asumir que la está apuntando con una pistola—. Según ella, no podía ser ella misma quien dejara los regalos, porque sería muy obvio que no son de su parte. —Carlos intenta hablar, pero no le sale nada de la boca—. La idea era que solo tu entendieras el mensaje —Natalia pone los ojos en blanco—, porque, claro, como eres gay y yo sé eso, tu ibas a asumir que yo era una intermediaria nomas.

—Pero, tú sabes quién es el que está mandándolos —pregunta Carlos, aunque el tono de su voz es más de afirmación, apurando la respuesta al cruzarse de brazos y mirarla fijamente.

—Sí... —Nada más hablar, la mujer se arrepiente de sus palabras. Aunque, si lo piensa bien, no hay mucho que decir para esconder al responsable.

—Entonces, de verdad es alguien que trabaja aquí.

«Podría haber dicho que no, ¡por la chucha!» piensa Naty para sí, arrepintiéndose de la manera en que reaccionó

—Sí, trabaja aquí, pero no creo que sea buena idea que yo te diga quien es.

—¿Lo conozco?

—La verdad, ni yo lo cacho bien —La afirmación tiene su parte de verdad, porque tampoco suele juntarse con el culpable de todo el asunto.

—Pero entonces sí lo conoces. —La mandíbula de Carlos se tensa, y a Natalia le pasan cosas, más que nada por lo varonil del gesto y de sus facciones.

«Siempre los más lindos son gay...» piensa, emitiendo un chasquido mental.

—Mira, Carlos, yo prefiero bajarme acá. Ya hice más de lo que tenía que hacer, y siendo honesta, la Roci también. Es mejor que lo hables con ella. —La mujer saca su uniforme de trabajo del casillero, mira por última vez a Carlos con expresión arrepentida y se mete a los camarines.


Orquídeas para CarlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora