La rutina del trabajo no le gusta. Nunca le ha gustado, pero no tiene más a qué aferrarse.
De hecho, mientras viaja en bicicleta desde su pieza en Cerrillos, una de las cosas en que piensa, y que lo motivan a seguir en la empresa es poder ver a Carlos, aunque sea desde lejos.
Tampoco se siente orgulloso de eso, reprochándose su timidez mientras espera en un semáforo. Este rasgo le ha impedido durante mucho tiempo intentar algo, y ya los regalos anónimos le resultan suficiente para decir que ha hecho más de lo posible.
Además, nunca le ha agradado la idea social de «salir de la zona de confort». Y es que, ¿por qué razón lógica sería buena idea obligarse a salir de un lugar que tanto esfuerzo te tomó construir en primer lugar?
De partida, nunca ha intentado ir a una disco o a un club, sabiendo que existen muchos en Santiago con temática o público gay, debido al tipo de interacciones que suelen darse en esos lugares. Hasta donde ha escuchado o leído, estos encuentros suelen ser muy superficiales, chocando, además, con las ideas religiosas que su familia le metió en la cabeza desde que era pequeño. Cada vez que piensa en intentar asistir a una disco, se imagina a sus papás, descubriéndolo y avergonzándose de él, y si no es la imagen de sus padres, es el verse allí con alguien como Carlos, dejando a toda vista su torpeza y falta de experiencia...
Le duele, además, la posibilidad de que Carlos lo rechace si llegase a conocerlo. Mal que mal, su talante expresivo, y su falta de preocupación por lo que piense el resto, contrastarían con su forma de ser reservada. Pero al mismo tiempo duda, pues, la imagen que proyecta, al menos a sus ojos, delata un buen corazón.
Pero por más que piense en todo aquello, no puede lograr convencerse, sintiéndose dominado por el miedo.
Por eso se siente tan bien en la zona de confort en que se encuentra.
Tiene un trabajo humilde, que alcanza para pagar el arriendo de su pieza, le permite viajar hasta la fábrica en bicicleta en dos de los tres turnos que cubre, y, el no poder tener mascotas es un pelo de la cola. Lo único que le duele cada cierto tiempo es la soledad.
Una soledad que piensa, Carlos podría ayudarlo a sanar, mas, el miedo al rechazo puede más, haciéndolo recordar todos esos momentos en que se sintió excluido y abandonado, sintiendo como esas voces lo llevan inevitablemente a pensar en su familia, llegando, como es costumbre a sus padres, mientras cruza las puertas de la empresa por el camino de ingreso.
Lleva años sin verlos ni hablar con ellos, y a veces se pregunta si lo echarán de menos, pero está seguro de que el culto no los dejaría contactarlo, incluso si tuvieran su número o su dirección, lo mismo con sus hermanos.
A la larga, y por todos esos pensamientos intrusivos, le es más fácil y menos doloroso quedarse en su zona de confort, porque ni en el trabajo ni en su pieza le hacen daño.
Cree que por todo eso Carlos le llama la atención, porque son dos polos opuestos, y verlo todos los días conversando con su amigo mientras guarda su bicicleta le hace olvidarse un rato de su tristeza, esbozar una sonrisa y pensar que sería lindo conocerlo al fin.
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Orquídeas para Carlos
RomanceCarlos se ve envuelto en un misterio, pues una persona desconocida le ha hecho un hermoso e inesperado regalo, que pondrá su mundo de cabeza, haciéndolo enfrentar un pasado que no quiere recordar, y un futuro incierto que teme explorar.