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Carlos le muestra el mensaje a Raúl, y, mientras bajan en micro en dirección al metro Los Domínicos, Raúl descarta por completo que quien envió las flores sea Jaime. Mas, cuando le explica a su amigo, este no parece ponerle mucha atención.

—¿Qué te pasó?

—Ha sido una tarde larga, Rau, y siento que me debería entusiasmar un poco más el mensaje y todo eso, pero...

—Tienes muchas cosas en la cabeza. —Raúl mira a Carlos con detención, echando de menos su típica expresión risueña—. ¿Y si le respondes?

Carlos mira a su amigo sin entender, hasta que su mente vuelve al sms. Lo piensa un momento, subiendo la vista, y decide tipear una respuesta. Entonces, la sonrisa coqueta vuelve a florecer en su rostro, y Raúl recupera algo de la calma perdida.

—Pero, ¿Qué le debería decir? No puedo llegar y soltarle todas las cosas que me han estado pasando po'h.

—Yo te dije que le respondas a lo que te preguntó, no que le contís la historia de tu vida. —Carlos mira la pequeña pantalla, empieza a escribir un «hi» para ahorrar caracteres, y su amigo continúa—: igual me deja metido quien pueda ser. ¿No has conocido a nadie en fiestas o algo últimamente?

Carlos:

M gstron mxo. M ncnta el clr azl.

Va a guardar el celular, pero éste vibra, avisando de una respuesta.

Desconocido: k bno.

Carlos piensa un momento en lo escueta de la respuesta. Y tipea:

Carlos:

N vs a dcrme qn rs?

Espera otra vez por la respuesta, pero esta no llega.

—¡Carlooos! —dice Raúl, para llamar otra vez la atención de su amigo, quien vuelve a componer su expresión confundida, le muestra los mensajes, y ambos quedan intrigados por la falta de respuesta.

Se separan en Baquedano, Carlos baja del metro en Universidad de Chile y camina hasta su departamento.

Al llegar, Michard lo saluda restregándose en sus piernas, para luego ir hasta el plato de alimento parándose frente a este mientras lo mira en forma de protesta. El plato aún tiene algunos pelets.

—No te vai a morir de hambre oh, no te dejo un dispensador automático porque sé que lo romperíai la primera semana nomás.

Llena otra vez el recipiente, y, mientras Michard come a destajo, abre el agua caliente, se quita la ropa y se mete a la ducha.

El día fue muy largo, y se siente deprimido. No es capaz de mentirse, pues, sabe que quería ver a su papá. Siempre guarda la infundada esperanza de que con aquel nuevo contacto venga la tan ansiada disculpa, y con ella, la aceptación.

«soñar no cuesta nada», piensa para sus adentros.

Sale de la ducha en dirección a su pieza, toma el control remoto de su estéreo y empieza a sonar el disco de Daddy Yankee que Raúl le regaló dos navidades atrás. No es algo que le guste admitir en público, pero escuchar reggaeton a todo volumen le sube el ánimo cuando está mal, y está no es la excepción.

Vuelve al living una vez vestido, saca su celular del bolsillo del pantalón, antes de meterlos en la lavadora, y la pantalla indica un nuevo mensaje. Carlos se extraña al sentirse nervioso, casi presa de una infección de mariposas estomacales, mas, al ver el destinatario, incluso el efecto de la música lo abandona:

Jaime:

No me vas a responder?

Y de verdad se lo cuestiona. ¿Quiere responderle a su ex otra vez?

Lo piensa un par de minutos, y, cuando entiende que quiere estar tranquilo tras el día que acaba de pasar, la respuesta aparece por sí sola.

Carlos:

No, no quiero responder. No me vuelvas a buscar.

Deja el teléfono sobre el velador y se tira en la cama, sintiendo el peso de Michard sobre el colchón un par de segundos más tarde. Empieza a acariciar al gato, que se restriega en su costado, tratando de acomodarse en su pecho para dormir, cuando el teléfono vuelve a sonar.

Esta vez, el sonido y la vibración se mantienen, lo que indica una llamada. Mira la pantalla del aparato, y al ver el nombre de Jaime en ella, decide tomarlo. Sin embargo, cuando está a punto de contestar, la sensación de malestar y determinación vuelve a invadirlo, decantando por rechazar la llamada, para luego apagar el aparato.

Abraza a Mimi con fuerza, provocando los nervios del animal, que intenta escapar durante un par de segundos, hasta que se acostumbra a su nueva y voluntaria prisión.


Orquídeas para CarlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora