Beautiful Things

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Raquel cruzó la puerta del bar "La Muralla" sin saber muy bien cómo había sido capaz de conducir hasta allí. Se miró en el reflejo de las decoraciones del lugar y lo que vio la hizo querer abrazarse a sí misma; Sus ojos estaban rojos e hinchados y se veía claramente el recorrido que la máscara de pestañas había hecho por sus mejillas mientras lloraba. Se pasó la mano por la cara, intentando lucir decentemente para que la camarera no la mirase como si estuviera loca, pero sabía que aquello tenía poco arreglo. Raquel se sentó en la esquina de la barra más apartada, huyendo de cualquier mirada, y, mientras su mirada estaba perdida en el vaso de whisky que había pedido, la conversación con Sergio aún resonaba en su mente.

¿Cómo pudo haber salido todo tan mal? Ni siquiera por un momento había contemplado la posibilidad de que Sergio no la perdonase, y eso reconocía que era culpa suya. Sabía perfectamente el daño que le había hecho y, aunque ella pensaba que su amor era más fuerte que eso, nunca debió dar por sentado sus sentimientos. Quizás estaba equivocada o había algo más que Sergio no le había contado, pero, en el fondo, ella sabía perfectamente que tampoco merecía su perdón o, al menos, no tan rápido. Un hombre se sentó en el banco a su lado en lugar de todos los que estaban libres, pero antes de que la rubia pudiera girarse para ver quien era, habló.

—Raquel, qué sorpresa. ¿Qué haces aquí sola? –Preguntó sonriéndole fríamente–. ¿Dónde te has dejado a tu novio?

—¿Qué haces aquí ahora? –Raquel sonó cansada, incapaz de lidiar con su presencia en aquel momento.

—Estás en el bar que hay frente a la comisaría, tampoco te has escondido mucho. –Le hizo un gesto a la chica detrás de la barra para que le sirviera un whisky–. ¿Y esa cara? No te veo muy contenta.

—No estoy de humor, Alberto. –La rubia estaba cada vez más tensa por su cercanía–. Déjame en paz.

—¿No me puedo preocupar por mi mujer? –Dijo sugerentemente, acercándose tanto que estaba prácticamente pegado a Raquel.

—No soy tu mujer, nunca lo he sido.

Raquel se levantó inmediatamente, sin querer pasar ni un minuto más con él hablando en ese tono que no le provocaba otra cosa que asco. Sin embargo, Alberto estaba decidido a no darle ni un momento de tregua. Se levantó rápidamente, siguiéndola hasta que estuvo en su coche que, para desgracia de Raquel, estaba más alejado de la puerta de lo que quería.

—¿A dónde crees que vas? No puedes huir de mí para siempre, Raquel. –La agarró del brazo para girarla hacia él. El cuerpo de Raquel empezó a temblar cuando notó el coche justo en su espalda y el cuerpo de Alberto pegado al de ella.

—¿Qué coño quieres, Alberto? –Raquel intentó apartarlo, pero no le movió ni un centímetro–. Suéltame.

—Recuperar lo que es mío. –Subió la mano que había posado en su cadera por el costado de su cuerpo. Raquel giró la cara cuando él trató de agarrar su mejilla, pero la agarró igualmente–. Vamos, Raquel, no te hagas la dura. Sé que echas de menos esto tanto como yo, Sergio no puede darte lo que yo te doy. –Rozó la semierección que crecía en su pantalones contra el muslo de Raquel, haciéndola abrir los ojos bruscamente.

—He dicho que me sueltes. –Raquel no supo de dónde sacó la fuerza para empujarlo en mitad de su estado de shock. Una vez pudo salir de donde la tenía aprisionada, le dio un rodillazo en la entrepierna haciendo que este se tambalease hacia atrás con un gemido de dolor–. Y esto por todo lo que me has hecho estos años.

Sin mirar atrás, se metió en el coche y salió de ahí mientras su corazón latía con fuerza. Llegó a su casa conduciendo como pudo entre el temblor de sus manos y las lágrimas que amenazaban con salir, pero nunca esperó encontrarle a él allí. En mitad de la noche, distinguió la figura de Sergio apoyada contra la pared de su casa. Cuando este notó el coche, se irguió y no pudo evitar esbozar una sonrisa de tranquilidad. La había estado buscando por todos sitios y empezó a temer que la asesina de Ágata hubiese vuelto a hacerle algo a Raquel como hizo Gandía un mes atrás. Ni siquiera sabía si ella querría hablar con él, pero Sergio necesitaba que le escuchara. No podría seguir su vida sin haberlo intentado al menos una vez.

no body no crime || AU SerquelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora