—¿Esta es la casa?
—Eso parece. –Dijo la inspectora mirando el GPS.
El viaje en coche hasta Toledo fue totalmente incómodo. Sergio iba al volante mientras que Raquel iba en silencio en el lado del copiloto. Tan pronto como Prieto consiguió el permiso para poder entrar en la casa, Martín y Andrés habían corrido hacia uno de los coches patrulla, dejándolos a ellos dos sin otra opción que compartir coche hasta Toledo. Cualquier intento de conversación por parte de Raquel, murió en el intento ante la frialdad con la que Sergio la trataba. Eso era algo que seguía molestando a la inspectora ¿No habían decidido tener un trato cordial? ¿Por qué había vuelto a discutir con ella y hablarle así?
—¿Está abierto? –Martín frunció el ceño empujando la vieja puerta de madera.
—Parece que hace bastante que nadie viene por aquí, no me extraña. –Andrés tosió cuando una cantidad ingente de polvo entró en sus fosas nasales.
—Pero si está abierto ¿Para qué es la llave?
—Es demasiado pequeña para ser de una puerta. Yo sigo pensando que no tiene nada que ver con esta casa. –Dijo Sergio encogiendo los hombros.
—Joder, estás pesado ¿Eh? –Raquel rodó los ojos–. En vez de negarte tanto, podrías prestar un poquito de atención. Tenemos que estar atentos, a ver si hay algo que pueda coincidir con esta llave.
Siguieron mirando la casa, esperando encontrar alguna prueba más, algo que les indicara por qué esa dirección era una pista en sí. Mientras la gente del laboratorio analizaba la primera planta, ellos subieron a la segunda.
—¡Raquel! –Andrés llamó a la inspectora desde otra habitación. Cuando esta llegó, le señaló un maletín que había sobre la mesa–. Está cerrado con llave.
—A ver. –Hizo el amago de agarrar el maletín, pero la voz de Sergio la frenó.
—¡No! Toma. –Sergio le tendió un par de guantes de látex, nervioso ante la posibilidad de que se contaminasen las pruebas.
Tras ponerse los guantes de mala gana, sacó la llave de su bolsillo. Cuando la encajó en la pequeña cerradura y consiguió abrir el maletín, todos se miraron atónitos.
—Que cojones. –Andrés frunció el ceño al ver lo que había dentro.
Dentro del maletín había una serie de fotos de un cuerpo que parecía ser el de Ágata Jiménez acompañando un trozo de tela rojo cubierto de sangre. La inspectora sacó las fotos con cuidado.
—Dios, esto es horrible. –Martín entrecerró los ojos fijándose en los detalles.
—Es bastante retorcido. –La inspectora dejó de lado las fotos para centrarse en el trozo de tela ensangrentado–. Necesito darle esto a los del laboratorio, ahora vengo.
En lo que Raquel bajaba a hablar con el equipo, Sergio miró las fotos una a una. Sintió erizarse el vello de sus brazos cuando vio claros signos de tortura en el cuerpo de Ágata, imaginándose como debieron ser las últimas horas de la mujer.
—¿Estás bien? –Raquel apareció detrás de él, preguntándole con el ceño fruncido.
—Sí, solamente no me esperaba esto. –Señaló las fotos con su mano–. Esto confirma que Ágata Jiménez está muerta.
—Exacto. –Asintió sin entender muy bien la reacción del antropólogo forense–. Pero no podemos perder el tiempo lamentándonos, tenemos que encontrar el cuerpo de Ágata.
—¿Y cómo vamos a hacer eso? No tenemos ni idea de dónde puede estar, esta casa está vacía.
—Quizás haya alguna pista en las fotos, para algo nos las ha dejado.
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no body no crime || AU Serquel
Hayran KurguSergio Marquina, antropólogo forense. Raquel Murillo, inspectora de policía. Odiándose desde el minuto 0, un día un homicidio sin resolver hace que las vidas de Sergio y Raquel se crucen para no separarse nunca más. Ambos estaban llenos de prejuicio...