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El sol apenas comenzaba a asomarse cuando me desperté

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El sol apenas comenzaba a asomarse cuando me desperté. Aún sentía el miedo de que esa persona me advirtiera sobre esa familia, pero la realidad pronto me alcanzó. Al girar sobre la cama, noté una nota en la mesita de noche. Era de Daniel. La abrí con dedos temblorosos, aún sintiendo la adrenalina de la noche anterior.

"Siempre estaré para ti. No dejaré que te pase nada. -Daniel".

Suspiré, sintiendo una mezcla de alivio y confusión. Aunque las palabras de Daniel eran reconfortantes, algo en su tono me dejó inquieta.

Me dirigí al baño, dejando que el agua caliente de la ducha me relajara. Mientras me enjabonaba el cabello largo y negro, recordé cómo mi abuela siempre decía que había heredado la belleza de mi madre.

Mis ojos color miel reflejaban la misma calidez que los suyos, y ese pensamiento me llenó de nostalgia. Ella era una periodista reconocida y querida en Montclair, y la idea de seguir sus pasos siempre me había llenado de orgullo y responsabilidad.

Salí de la ducha y me miré en el espejo empañado. Mi reflejo me devolvió la mirada, mostrando una mezcla de determinación y vulnerabilidad. Me sequé rápidamente y me vestí con un par de jeans negros ajustados y un top negro simple. Completé el conjunto con una chaqueta de cuero y unas botas negras. A pesar de la simplicidad de la ropa, el efecto era innegable. Me veía fuerte y lista para enfrentar lo que fuera que el día trajera.

Montclair era una ciudad de contrastes. Las calles lujosas estaban llenas de automóviles de alta gama y tiendas exclusivas. Edificios antiguos con arquitecturas elaboradas se mezclaban con rascacielos modernos, reflejando el éxito y el poder de sus habitantes.

Los cafés de las esquinas servían café artesanal a empresarios y artistas por igual, mientras las aceras pulcras y bien mantenidas daban testimonio del dinero que fluía por la ciudad.

Caminando por una de las avenidas principales, observé cómo las personas se apresuraban hacia sus destinos, ajenas a las tormentas personales que cada uno podría estar atravesando. Los escaparates de las boutiques mostraban las últimas tendencias de moda, mientras las galerías de arte ofrecían una ventana a la creatividad y el lujo.

A pesar de la opulencia, no podía evitar sentir una corriente subterránea de tensión. La presencia de la familia Meyer Montecristo se sentía en cada rincón de la ciudad, su poder y control eran omnipresentes. Me detuve un momento frente a una de las muchas estatuas que adornaban el centro de Montclair, observando la inscripción en la base que conmemoraba a un antiguo patriarca de la familia.

Las palabras de Romina y las advertencias de mi abuela resonaban en mi mente. Tenía que ser cuidadosa, pero la periodista en mí no podía ignorar la oportunidad de descubrir la verdad. Decidida, continué mi camino, cada paso marcando mi resolución de enfrentar lo que fuera necesario para desenmascarar los secretos que Montclair escondía.

Al caminar hacia mi destino de casi todos los los días, la maldita escuela, no podía evitar escuchar los murmullos a mi alrededor. La ciudad estaba en un estado de excitación inusual, y pronto entendí por qué. Las conversaciones se centraban en un solo tema: la llegada del gran heredero, Eros Meyer Montecristo.

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