Estaba a punto de salir por la puerta cuando algo dentro de mí no me dejó irme sin lanzar una última pregunta. Me detuve y, sin girarme del todo, pregunté:—Ah, y una cosita más, Eros... —mi tono era casual, pero no sin un filo bien afilado—. ¿Por qué me seguiste hasta el cementerio?
Él sonrió, esa media sonrisa suya que no prometía nada bueno. Se acomodó en el sillón, cruzando una pierna sobre la otra con la naturalidad de quien sabe que tiene el control.
—Como te lo dije ayer en el cementerio, querida Hela —respondió con ese tono empapado de sarcasmo—, necesitaba asegurarme de que la novia de mi amigo estuviera bien. —Su voz se volvió más suave, cada palabra deliberada y cargada de insinuación—. Ya sabes, los amigos nos cuidamos las espaldas... y, a veces, las novias.
El calor subió a mis mejillas, pero no de vergüenza; era una mezcla de rabia y adrenalina. No iba a darle el gusto de verme afectada. Lo miré con una ceja arqueada, desafiante.
—Eres todo un caballero, ¿verdad? —respondí con sarcasmo—. Lástima que ese "cuidado" no suena muy sincero.
Él se inclinó un poco hacia adelante, sus ojos clavándose en los míos como si estuviera a punto de lanzar el golpe final.
—Oh, Hela, lo mío nunca ha sido la caballerosidad —dijo en voz baja, casi como si estuviera compartiendo un secreto—. Pero hay algo en ti... algo que me hace querer ver hasta dónde llegas antes de romperte. —Su mirada se volvió más intensa, y en su tono había un matiz de curiosidad genuina mezclada con una advertencia—. Dime, ¿cuántas veces puedes jugar con fuego antes de que te quemes?
Sentí un escalofrío recorrer mi columna, pero me mantuve firme. No iba a dejar que viera ni un atisbo de temor en mí.
—Eso depende, Eros —contesté, manteniendo mi voz lo más estable posible—. A veces, el fuego no quema a los que están acostumbrados a él.
Su sonrisa se ensanchó, más oscura, más peligrosa.
—Entonces supongo que ambos descubriremos qué tan acostumbrados estamos a las llamas, Hela. —Sus palabras se deslizaron como veneno dulce—. Porque esto, lo que sea que esté pasando entre nosotros, apenas comienza. Y puedo asegurarte una cosa... no soy del tipo que se rinde fácilmente.
Mis ojos no dejaron los suyos, la tensión en el aire era palpable, casi como una cuerda tirante que se negaba a romperse.
La tensión en el aire era palpable, casi como una cuerda tirante que se negaba a romperse. Estábamos atrapados en una especie de danza, uno contra el otro, con palabras afiladas como cuchillos. Pero, justo cuando pensaba que podría dejar la oficina de Eros sin más juego mental, su voz profunda me alcanzó desde detrás, cargada de una malicia juguetona.
—Y dime, Hela... —Eros se recargó en el respaldo de su sillón con una tranquilidad que contrastaba con el veneno en su tono—, ¿por qué tu querido novio desapareció del baile anoche? Fue muy raro, ¿no crees?
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Tentaciónes [EN CURSO]
RomanceEn la ciudad de Montclair, donde el poder y el prestigio dominan cada rincón, la familia Meyer Montecristo se erige como la más influyente y temida. Cuando Eros Meyer Montecristo, el atractivo y enigmático heredero, regresa a la ciudad, su llegada d...