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Me senté de nuevo, con la carta aún apretada en mis manos, pero mis ojos se posaron en el libro de mi madre, que había encontrado en el Almacén Lynch

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Me senté de nuevo, con la carta aún apretada en mis manos, pero mis ojos se posaron en el libro de mi madre, que había encontrado en el Almacén Lynch. Algo en mi interior me dijo que debía mirarlo de nuevo. A pesar de que había revisado sus páginas ya antes, nunca había notado nada fuera de lo normal. Pero ahora, con todo lo que había sucedido, sentí que quizá había algo que me había pasado por alto.

Abrí el libro y comencé a hojear lentamente, dejando que mis dedos recorrieran las páginas con delicadeza, como si tocara algo sagrado. La nostalgia me golpeó de repente, un recuerdo de mi madre inclinada sobre su escritorio, con su inconfundible concentración. El olor a papel viejo y tinta llenó mi nariz, un eco del pasado.

Mientras hojeaba, una página áspera rozó mi dedo, cortándome. "¡Maldición!", murmuré, sacudiendo la mano. Pero el dolor se desvaneció rápidamente cuando vi lo que había causado el corte: una hoja rota, oculta entre las páginas del libro. La mitad de una carta.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza mientras tiraba suavemente de la hoja rasgada para liberarla del libro. Era una carta escrita a mano, con la inconfundible caligrafía de mi madre. Pero solo tenía una parte; la otra mitad parecía haber sido arrancada. Mi madre había escrito esto... y alguien había intentado ocultarlo. Mis ojos recorrieron la hoja con desesperación.

El texto, aunque incompleto, era lo suficientemente revelador:

"Querida Hela, sé que es posible que nunca leas esto. Pero si llegas a hacerlo, significa que estás buscando respuestas. Hay cosas que no puedo explicarte del todo, pero debes saber que los Montecristo... no son lo que aparentan. He descubierto secretos que podrían cambiar todo en Montclair. Me he acercado demasiado y ahora no puedo dar marcha atrás. Si algo me sucede, prométeme que... no seguirás mis pasos. Prométeme que serás inteligente y que..."

La carta se cortaba abruptamente. Mi madre había intentado advertirme. Sentí como si un nudo se formara en mi garganta, una mezcla de ira, tristeza y desesperación. Era como si una puerta se hubiera abierto, solo para cerrarse de golpe. ¿Qué más sabía mi madre? ¿Qué secreto había estado a punto de revelar? Y más importante aún, ¿dónde estaba la otra mitad de esta carta?

Todo lo que había sentido en la oficina de Eros, esa mezcla de rabia y miedo, ahora se amplificaba. Mi madre había estado cerca de algo, algo grande. Y, como ella, me estaba acercando también. Mi mente bullía con preguntas, pero una cosa estaba clara: si alguien había arrancado esta carta, entonces temían lo que contenía. Y yo tenía que encontrar la otra mitad, a cualquier costo.

El misterio se volvía más denso con cada segundo. Sabía que debía seguir adelante, que tenía que saber más, sin importar el riesgo. Porque el camino que había decidido tomar no tenía retorno.

Mi mente no dejaba de dar vueltas mientras miraba la mitad de la carta rota en mis manos. El dolor de la herida en mi dedo ya se había desvanecido; ahora, lo único que sentía era un ardor imparable en mi pecho, una mezcla de rabia, miedo y una punzada de dolor que siempre aparecía cuando pensaba en mi madre. Su advertencia resonaba en mi cabeza como un eco que no desaparecía: "Prométeme que serás inteligente...".

Tentaciónes [EN CURSO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora