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Los oficiales revisaban rincón por rincón de mi departamento, estaba muy confundida no entendía nada ¿quien podría haber hecho esa llamada? ¿Pero por qué?

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Los oficiales revisaban rincón por rincón de mi departamento, estaba muy confundida no entendía nada ¿quien podría haber hecho esa llamada? ¿Pero por qué?

—Gracias por su ayuda —dije cuando los oficiales al parecer no encontraron nada fuera de lo común, intentando mantener la calma—. Estoy bien, pero me gustaría saber más sobre la amenaza.

Los oficiales intercambiaron miradas y uno de ellos asintió. —Lo investigaremos y le mantendremos informada. Por ahora, asegúrese de estar atenta y de no dudar en contactarnos si nota algo extraño.

Los oficiales finalmente se retiraron después de la insistencia de Liam y algunas disculpas apresuradas de mi parte por todo el alboroto. El pasillo se quedó en un incómodo silencio, como si las paredes mismas estuvieran conteniendo el aliento, esperando ver qué sucedería a continuación. Observé cómo las luces rojas y azules se alejaban por la ventana del pasillo, llevándose consigo el ruido de los motores y dejando tras de sí una calma inquietante.

Me volví hacia Liam, pero él ya me estaba mirando con esa mezcla de incredulidad y preocupación que solo alguien que te conoce bien puede tener. Sus ojos seguían fijos en mí, brillando con una intensidad que rara vez mostraba.

—¿Qué demonios estabas pensando, Hela? —soltó de golpe, su voz cargada de tensión. Era más una exclamación de angustia que de enfado—. ¿Sabes el susto que me has dado? Cuando vi a esos policías afuera de tu puerta y tú sin contestar el teléfono...

Sentí una punzada de culpa en mi pecho, pero también el persistente ardor de la rabia, una combinación peligrosa que parecía atraparme entre dos fuegos. —No tenía el maldito teléfono, Liam —dije, mi voz sonando más aguda de lo que pretendía—. Y tampoco sabía que me iba a topar con un psicópata como Eros Montecristo en el medio de todo esto.

Liam se llevó las manos a la cabeza, sus dedos enredándose en su cabello como si estuviera tratando de agarrarse a algo, cualquier cosa, para no perder el control. —¡Hela, me importa una mierda Eros Montecristo! Lo que me importa es que estás metiéndote en situaciones cada vez más peligrosas. ¿Te das cuenta de eso?

Mis ojos comenzaron a arder, pero no podía permitir que las lágrimas cayeran. No ahora. No después de todo lo que había pasado ese día. —Liam, no puedo quedarme sentada sin hacer nada —insistí, sintiendo cómo mi voz temblaba, pero manteniéndola firme—. No después de lo que dijo. ¿Qué crees que harías tú si alguien insinuara que sabe algo sobre la muerte de tu madre? ¿Que podrías terminar igual que ella?

Él se quedó en silencio por un momento, sus ojos buscando los míos como si tratara de comprender todo lo que estaba pasando por mi mente. Finalmente, bajó la mirada, sacudiendo la cabeza con una mezcla de frustración y desesperación. —Hela, sé que esto es importante para ti, pero tienes que pensar con la cabeza. No puedes dejar que él te manipule así. Eros sabe exactamente cómo meterse en tu cabeza, y lo está haciendo.

Tentaciónes [EN CURSO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora