6❤️‍🔥 (Eros)

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Eros:

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Eros:

Desde mi oficina en el rascacielos más alto de Montclair, observaba el horizonte de la ciudad que siempre había sido mía. Las luces de la metrópolis brillaban como pequeños faros de poder y ambición, cada uno una pieza en el tablero de ajedrez que controlaba con destreza. Me recosté en mi silla de cuero negro, disfrutando de la vista antes de volver la atención a mi portátil.

Aquí, en la oficina del casino Montecristo, el número uno en Montclair, sentía el pulso de la ciudad en cada rincón. El lujo y la opulencia del casino no eran solo una fachada, eran una declaración de mi poder. Las inversiones y ganancias iban mejor que nunca, y eso me complacía. El regreso a Montclair había sido un movimiento calculado, y ver cómo todo encajaba a la perfección me recordaba lo bien que se sentía estar de vuelta en el lugar al que siempre había pertenecido.

Recordé el día de mi regreso, cuando di una pequeña conferencia afuera del casino. Las cámaras y los flashes capturaron cada momento, pero solo una cosa ocupaba mi mente: Hela Roberts. La vi en la multitud, sus ojos color miel llenos de curiosidad y determinación. Sus palabras resonaron en mi mente: "¿Cómo responde a las acusaciones de que la familia Montecristo ha utilizado métodos poco éticos para mantener su poder en Montclair?"

Esa pregunta, tan directa y audaz, me había impresionado. En ese instante, supe que Hela era un reto digno de mi atención. Me gustaban los retos.

—Las acusaciones infundadas son algo con lo que toda familia poderosa debe lidiar, —respondí con una voz fría—. Nuestra familia siempre ha operado dentro de los límites de la ley y con integridad. Cualquier sugerencia en contrario es simplemente parte del precio de la notoriedad.

Mis recuerdos fueron interrumpidos por el sonido de mi asistente, Clara, llamando a la puerta. Me giré hacia ella, irritado por la interrupción.

—¿Qué pasa, Clara? —dije, mi tono más frío de lo necesario.

—Señor Montecristo, Daniel quiere hablar con usted. Dice que es importante.

Me enderecé en mi silla, un destello de interés cruzando mi rostro.

—Dile que entre —respondí, despidiendo a Clara con un gesto.

Daniel entró, su rostro mostrando la mezcla habitual de respeto y lealtad. Había sido mi amigo desde la infancia, y conocía bien su lugar en mi mundo.

—Todo va según lo planeado, Eros. Las inversiones en el proyecto del puerto han duplicado nuestras ganancias en solo tres meses —informó, su tono seguro pero con una sombra de inquietud que no pasó desapercibida para mí.

—Excelente. —Cerré la pantalla de la portátil y lo miré directamente a los ojos—. Sabes que no acepto menos que la perfección, Daniel.

—Lo sé, y créeme, estoy tan comprometido como siempre —respondió rápidamente, consciente de la presión constante que mi nombre imponía.

Tentaciónes [EN CURSO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora