Un dia lluvioso

4 1 0
                                    

Era un día lluvioso en la casa de los Loud, y Charles Loud se encontraba solo en casa con sus dos amigas, Bernice y Sophie. La lluvia caía incesante, creando una sinfonía monótona en el tejado. Charles, aburrido de no poder salir a jugar, miraba por la ventana con un suspiro.

—¡Esto es tan aburrido! —exclamó, dejándose caer en el sofá.

Bernice, que estaba sentada en el sillón con un libro, levantó la vista y sonrió. Sophie, mientras tanto, estaba acomodada en una esquina, jugando con un patito de hule amarillo que había encontrado en el baño.

—¿Qué tal si inventamos un juego? —sugirió Bernice, cerrando su libro.

—¡Buena idea! —respondió Charles, animándose un poco—. Pero, ¿qué podemos hacer aquí adentro?

Sophie, que había estado observando su patito de hule con curiosidad, levantó la mano.

—¿Qué tal si jugamos a buscar el patito de hule? —propuso—. Puedo esconderlo en alguna parte de la casa, y ustedes tienen que encontrarlo.

Charles y Bernice se miraron y sonrieron.

—¡Eso suena divertido! —dijo Charles, levantándose del sofá.

Sophie se levantó también, sosteniendo el patito de hule en alto como si fuera un trofeo.

—¡Perfecto! —dijo Sophie—. Voy a esconderlo en un lugar de la sala primero. Cierren los ojos y cuenten hasta veinte.

Charles y Bernice cerraron los ojos y comenzaron a contar en voz alta. Sophie corrió por la sala, buscando el lugar perfecto para esconder el patito. Finalmente, decidió colocarlo detrás de un cojín en el sofá.

—¡Listo! —anunció Sophie cuando terminó de esconderlo.

Charles y Bernice abrieron los ojos y comenzaron a buscar. Revisaron detrás de las cortinas, debajo de la mesa de café y entre los libros en la estantería. Finalmente, Bernice encontró el patito detrás del cojín del sofá.

—¡Lo encontré! —exclamó, levantándolo en el aire.

—¡Buen trabajo! —dijo Charles—. Ahora es tu turno de esconderlo, Bernice.

Bernice tomó el patito de hule y se dirigió a la cocina. Charles y Sophie volvieron a cerrar los ojos y a contar hasta veinte. Bernice, sonriendo para sí misma, decidió esconder el patito dentro de una olla en uno de los armarios de la cocina.

—¡Listo! —dijo cuando estuvo preparada.

Charles y Sophie corrieron a la cocina y comenzaron a buscar. Charles revisó en el refrigerador, mientras que Sophie buscó en los cajones. Después de un rato, Charles abrió el armario y vio la olla con la tapa ligeramente levantada.

—¡Aquí está! —dijo, sacando el patito de la olla.

El juego continuó de esta manera durante un buen rato, con el patito de hule escondiéndose en diferentes habitaciones de la casa. El sonido de la lluvia seguía cayendo, pero la casa se llenaba de risas y diversión.

De repente, el teléfono de Bernice comenzó a sonar. Era su novio, Sung. Ella contestó y conversaron brevemente.

—¿Está todo bien? —preguntó Charles cuando Bernice colgó.

—Sí, todo está bien —respondió Bernice—. Solo quería saber cómo estaba. Le conté sobre nuestro juego y le pareció una idea genial.

—¡Genial! —dijo Sophie—. ¿Por qué no lo invitamos a jugar con nosotros?

—¡Claro! —dijo Charles—. Cuantos más, mejor.

Bernice llamó a Sung de vuelta y lo invitó a la casa. Mientras esperaban su llegada, continuaron jugando y riendo.

Unos minutos más tarde, el timbre sonó y Sung entró, empapado por la lluvia pero con una sonrisa en el rostro.

—¡Hola a todos! —saludó, sacudiéndose el agua del cabello—. ¿Listos para seguir jugando?

—¡Sí! —dijeron todos al unísono.

Sung se unió a la búsqueda del patito de hule, y el juego se volvió aún más emocionante. Ahora tenían cuatro personas buscando, y los escondites se volvieron más creativos y difíciles de encontrar. El patito se escondió en el baño, detrás de las cortinas de la ducha, en el comedor, dentro de un jarrón decorativo, y en muchas otras partes ingeniosas.

La tarde pasó volando, y antes de que se dieran cuenta, la lluvia comenzó a disminuir. Un rayo de sol se filtró por las nubes, iluminando la casa.

—¡Miren, está saliendo el sol! —dijo Charles, señalando la ventana.

Todos se acercaron para mirar, sonriendo al ver el cielo despejado.

—Fue un día increíble —dijo Sophie—. Me alegra que hayamos jugado juntos.

—Sí, fue muy divertido —añadió Sung—. Gracias por invitarme.

—¡Claro! —dijo Bernice—. Siempre es mejor jugar con amigos.

Charles asintió, sintiéndose feliz y agradecido por sus amigos. Aunque había comenzado como un día aburrido y lluvioso, se había convertido en una tarde llena de risas y buenos momentos.

—¿Y qué les parece si salimos un rato ahora que dejó de llover? —sugirió Charles.

—¡Sí! —respondieron todos a coro.

Salieron al patio, donde las gotas de lluvia aún brillaban en las hojas y el aire olía a tierra mojada. Charles llevó su patito de hule con él, asegurándose de que también disfrutara del aire fresco.

Así, un día que parecía destinado a ser aburrido se convirtió en una aventura inolvidable para Charles, Bernice, Sophie y Sung. Y aunque el patito de hule volvió a su lugar habitual en el baño al final del día, siempre recordaría las risas y la diversión que había traído a la casa de los Loud.

The Loud House: Intensidad del caosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora