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Éomer recordaba vívidamente la primera vez que vio a Legolas. La llegada del elfo junto con un hombre y un enano a su territorio lo dejó perplejo, tanto a él como a sus jinetes. No comprendía qué los había llevado allí ni qué buscaban. Al principio, sus sospechas y desconfianza se reflejaron en el recibimiento que les dió, pero la valentía con la que Legolas defendió a su amigo enano frente a las lanzas de los Rohirrim capturó inmediatamente su respeto.

"Él es Legolas, del reino de los bosques", fueron las palabras que finalmente le revelaron el nombre del elfo. Tras ese breve pero intenso encuentro, Éomer y su ejército de jinetes tuvieron que continuar su camino. Sin embargo, los pensamientos de Éomer quedaron invadidos por los penetrantes ojos azules de Legolas más de lo que habría deseado admitir. La mirada desafiante que le había dedicado en aquella ocasión, lejos de molestarlo o de parecerle irrespetuoso, despertó en su interior una chispa creciente de curiosidad.

La admiración de Éomer por Legolas creció aún más cuando, tiempo después, lo vio en combate. El elfo no solo estaba allí, arriesgando su vida junto a los Rohirrim, sino que su habilidad y valentía despertaron en Éomer emociones confusas y desconocidas. ¿Cómo era posible sentir tanto por alguien con quien apenas había cruzado palabras? ¿Y ni siquiera habían sido palabras amables?

Quizás era hora de cambiar eso. Éomer sabía que debía encontrar la manera de hablar con Legolas, de entender mejor al elfo que tanto lo intrigaba y esta era su oportunidad.

Después de la victoria en el Abismo de Helm, regresaron a Rohan para celebrar y descansar. Mientras todos brindaban, Éomer notó a Legolas conversando con Gimli a unos metros de distancia. Era imposible no notar la elegancia y el porte del elfo entre la multitud, él siempre destacaba entre todos. Se acercó a ellos y Gimli explicó que estaban a punto de comenzar una competencia de bebidas. El último en quedar en pie sería el ganador.

Era un espectáculo que nadie quería perderse. Éomer encontró adorable la expresión de Legolas al inspeccionar su tarro de cerveza, aparentemente desconcertado por aquella bebida que desconocía. Sonrió divertido cuando, después de tarro tras tarro de alcohol, Gimli cayó al suelo y Legolas se proclamó vencedor.

Después de aquel peculiar suceso, el elfo se apartó del bullicio y Éomer lo siguió para asegurarse de que estuviera bien, sabiendo que era la primera vez que bebía y parecía que la cerveza le había afectado, al menos un poco.

Salieron al aire fresco, bajo el manto estrellado de la noche. Legolas había escuchado pasos siguiéndolo y pensó que era Aragorn, pero al girarse, se sorprendió al ver al mariscal de los jinetes de Rohan acercándose a él.

—¿Todo bien? —inquirió el rubio.

—Estoy bien, pero no puedo decir lo mismo de Gimli —respondió Legolas con una mueca que divirtió a Éomer.

—Aquel desenlace era más que evidente, pero ya me habían hablado de la necedad de los enanos. Supongo que no te afecta mucho el alcohol siendo un elfo. Dicen que no te afectan los venenos tampoco —comentó, notando en el semblante ajeno a una persona bastante sobria.

—Solo sentí un ligero cosquilleo en los dedos, ya ha pasado —sonrió el elfo y luego contempló el cielo nocturno, la luz de la luna resaltando su belleza singular.

—Fuiste impresionante en la batalla. Había oído hablar de las habilidades de los elfos, pero verte en acción fue algo que nunca olvidaré —reconoció Éomer, con admiración—. Supongo que has tenido un entrenamiento formidable desde niño.

—Así es, como príncipe del Bosque Negro, mi entrenamiento ha sido riguroso desde que era pequeño.

Aquello impresionó a Éomer aún más. Legolas era un príncipe élfico, nada más ni nada menos, hijo del rey Thranduil.

Aragorn había omitido esa parte cuando lo presentó aquella vez, quizás para evitar algún tipo de problema. Éomer decidió no darle más vueltas al asunto y concentrarse en aquel momento.

—Nunca he estado en el Bosque Negro, pero he escuchado que es un lugar misterioso y lleno de maravillas —prosiguió el rohirrim, deseando mantener viva la conversación.

—El Bosque Negro es tanto un hogar como un reino de asombro —reconoció el elfo con orgullo—. Sus árboles antiguos susurran historias que se remontan a la aurora de los tiempos.

—¿Es un lugar pacífico? Me resulta difícil imaginar a un elfo como tú en un entorno tan cerrado.

—¿Un elfo como yo? —quiso saber.

—Aventurero y bastante temerario —el cumplido hizo sonreír a Legolas.

—Pacífico sí, pero no exento de peligro —respondió a la anterior pregunta—. Allí habitan criaturas que desafían la imaginación de cualquiera, pero también guardianes que protegen sus fronteras con sabiduría.

Éomer era consciente de que aquel elfo tenía cientos de años de existencia sobre la tierra, pero en ese momento, bajo la luz de la luna, se veía adorablemente angelical como un adolescente. Apartó la mirada hacia el paisaje al darse cuenta de que lo estaba observando más de lo prudente.

—Suena fascinante. Parece ser bastante diferente de Rohan.

—Rohan tiene una belleza única que también aprecio —repuso el peliblanco—. Pero el Bosque Negro es donde mi corazón encuentra calma y conexión con la tierra.

—Entiendo. Cada tierra tiene su propia magia. A veces me pregunto sobre los caminos que podríamos haber tomado de manera diferente.

—Así es, pero nuestros caminos se entrelazan ahora, y eso también tiene su propia magia —sus ojos encontraron los de Éomer por primera vez en esa noche—. Rohan y el Bosque Negro, unidos en amistad y propósito —Legolas le regaló una dulce sonrisa que tocó el alma del rubio.

—Es un honor luchar a tu lado —Éomer le devolvió la sonrisa, sintiendo el cálido ambiente que se había formado entre ellos, pero su pequeña burbuja fue interrumpida por unos pasos acercándose.

—Legolas, aquí estás —Aragorn se acercó hasta ellos con urgencia. El elfo le prestó total atención—. ¿Puedes ayudarme con Gimli? Está inconsciente y no hay forma de moverlo. Tenemos que llevarlo a descansar.

—Claro, voy contigo —respondió Legolas, preocupado, y siguió al montaraz con prisa. Antes de desaparecer de la vista de Éomer, le dedicó una última sonrisa al rubio.

Éomer se quedó en silencio durante un buen rato más, dejando que la tranquilidad de la noche lo envolviera mientras se sumía en sus propios pensamientos. Había notado la estrecha relación entre Legolas y Aragorn; parecían tener una amistad profunda, pero también se preguntaba si había algo más entre ellos. Aquella posibilidad le inquietaba, aunque no entendía del todo por qué.

Decidió apartar esas dudas para otro momento y concentrarse en lo positivo, la antigua aspereza que había entre ambos había desaparecido, el hielo se había roto y eso ponía contento a su corazón.

Regresó al interior con los demás para unirse al jolgorio. Habían ganado la primera batalla, lo cual llenaba de optimismo a Éomer. Aunque sabía que aún quedaba mucho por enfrentar, confiaba en que seguirían obteniendo resultados favorables en el futuro.

Bajo Estrellas Contrapuestas (Legolas x Éomer/Aragorn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora