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Una fuerte punzada de dolor atraviesa su cabeza como una daga cuando abre los ojos. Lo primero que ve es el cable que hay conectado a su brazo y la venda que cubría su dedo pulgar.

Después de repasar con la mirada a su alrededor, verifica que está en una habitación de hospital.

Deja salir una risa nasal. De verdad pensaba que iba a morir.

— Señorita Volkov. — alguien abre la puerta y enseguida divisa el rostro de Alex.

— Alex. — sonríe Irina. — Nunca había estado tan feliz de verte.

El hombre se acerca a ella con un vaso de agua. Irina se incorpora en la cama y bebe el líquido, casi atragantándose cuando recuerda todo lo que ocurrió.

Deja el vaso sobre la mesa con fuerza y siente lágrimas en sus ojos.

— ¿Cuánto tiempo ha pasado?

Ve como el hombre que ha sido su mano derecha durante años aprieta los labios. — Una semana.

Irina siente que se le seca la garganta y traga en seco antes de volver a hablar. — ¿Qué han hecho con su cuerpo?

— Señorita...

— ¿Qué han hecho, Alex?

— El señor Hansen no murió.

Si ya se sentía abrumada, ahora todavía más. Lleva su mano a la mesa para tomar el vaso de agua y beber el resto de líquido mientras respiraba pesadamente. Ve la mirada angustiada de Alex cuando éste sale de la habitación.

Segundos después, él aparece con dos enfermeras que enseguida le ponen una máscara de oxígeno y le toman la tensión. Cuando ya se siente más calmada, mira con lágrimas en sus ojos a Alex.

— ¿Dónde está? — hace su mayor esfuerzo por no sollozar.

— Hoy mismo lo han sacado de cuidados intensivos. — el hombre le da una pequeña sonrisa para tranquilizarla. — Ya no está en peligro.

Ella suelta un profundo suspiro mientras la enfermera le quitaba la máquina de tomar la tensión.

— Quiero verlo. — ordena Irina, frunciendo su ceño ante la mueca de las dos enfermeras. — ¿Qué pasa?

— Cuando el señor Hansen despertó de la operación, estaba como un loco. — dice una de ellas con miedo. — Quería saber si estabas viva, quería verte pero no le dejaron y lo tuvieron que sedar.

Las enfermeras se van y ella se muerde el labio y agarra con fuerza las sábanas de la cama antes de mirar a Alex.

— Irina... — muy pocas veces él la llamaba de manera informal. — Los dos estáis siendo custodiados por la CIA, no podéis veros, en cuanto os recuperéis querrán llevaros a prisión.

— Eso no va a pasar. — niega ella segura. — Tienes que hablar con el ayudante de Lloyd, Alan. Cuando Lloyd esté estable, escaparemos. Mientras, fingiré que no me he recuperado.

Alex asiente antes de salir, dejando a Irina con una inmensa ansiedad. Sólo de pensar que Lloyd estaba en el mismo edificio que ella y no podía verle la estaba matando.

...

Habían pasado tres días hasta que todo el plan estaba perfeccionado. Un grupo de los hombres de Lloyd entrarían en el hospital camuflados en una ambulancia.

En mitad de la noche, Alex y Alan dejarían inconscientes a los policías que custodiaban toda la planta. Después, Irina y Lloyd irían a esa ambulancia para salir de escapar.

Eran las dos de la madrugada, el plan estaba en funcionamiento. Irina había vestido y había desconectado los cables de ella. Su herida aún dolía pero eso era algo de lo que se ocuparía su médico personal.

Escucha un golpe en el pasillo por lo que camina hasta la puerta de su habitación. Antes de que pudiera acercarse más, Alex abre la puerta y la sostiene por los brazos para caminar más rápido hasta el estacionamiento del hospital.

Cuando divisa una ambulancia en mitad del vacío aparcamiento, acelera su caminata y las puertas traseras se abren. Irina se queda sin aliento cuando ve el rostro de Lloyd sonriéndole desde adentro. Sin dudarlo, sube al vehículo y se lanza a sus brazos.

— Dios mío. — exhala Irina en el hueco del cuello de Lloyd. — Estás vivo...

— No te iba a dejar ahora que me has perdonado. — murmura él contra su oído, su voz era ronca.

— ¿Me escuchaste? — pregunta sorprendida.

Él asiente acariciando el cabello de Irina. A pesar de haber estado en un hospital, seguía siendo igual de suave y su aroma a vainilla no desaparecía.

— ¿A dónde vamos, jefe? — pregunta Alan desde los asientos delanteros.

— Hay un avión esperándonos en el aeropuerto. — dice Irina. — Con destino a Italia.

Lloyd la mira, sin despegar sus manos de su cintura. A ambos les dolían sus heridas al estar tan pegados, pero no les podía importar menos.

— ¿Tienes una casa en Italia? — pregunta Lloyd con una sonrisa casi orgullosa.

— Si, a nombre de Thomas y Jessica Sabatini. — responde ella. — Un duradero matrimonio que se muda para vivir una vida tranquila, la CIA no nos encontrará.

— Quiero matar a la perra de Suzanne. — gruñe Lloyd, acercando inconscientemente a Irina a su cuerpo. Recordando el momento exacto en el que la vió caer al suelo con la herida de bala.

— Yo también. — suspira Irina. — Pero tendremos que esperar un tiempo para estar a salvo.

Lloyd asiente. Su sed de venganza podía esperar con tal de mantener a salvo y proteger a la mujer de su vida.

— ¿Sabes que pasó con Seis? — pregunta Irina con cautela. Sabía que Lloyd lo odiaba, pero ese odio había aumentado a gran escala después aquella noche en Croacia.

Él tensa su mandíbula e Irina ve como su bigote se mueve. — He oído que ha escapado.

Irina asiente, no le sorprendía, conocía bien a Court. Pero estaba enfadada con él.

— Alex. — lo llama ella.

El nombrado voltea desde los asientos delanteros. — ¿Si, señorita Volkov?

— ¿Has podido cambiar mis cuentas bancarias?

— Si, señorita. — asiente él. — Se lo dije a Alan, él se encargó de las del señor Hansen.

— Gracias, Alex. — sonríe Irina mientras Lloyd le daba un asentimiento de agradecimiento.

Ahora debían empezar una nueva vida, lejos de Estados Unidos. Sólo debían pasar desapercibidos unos años hasta que la CIA archive su caso para así poder vivir más tranquilos.

Nota de la autora.

•Amoooo.

•No olviden votar para más capítulos.

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𝘋𝘢𝘳𝘬 𝘚𝘪𝘥𝘦 | Lloyd Hansen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora