𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 7

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Es una teoría bien fundamentada y argumentada que el ser humano es un animal de costumbre. Que si se le expone a ciertos estímulos durante un periodo prolongado de tiempo, adquirirá respuestas condicionadas.

Rebecca Patricia Armstrong era un ejemplo de ello, su estimulo era Freen y su respuesta condicionada; bueno, eso se vería más adelante.

Ese día cumplía dos meses en Camp Alderson y ya se había adaptado a su estadía no tan temporal en la cárcel. Sus días transcurrían en un antagonismo de sosiego y adrenalina; por una parte, se centraba en su trabajo como ayudante en la unidad médica y, por otro lado, en su dueña, Freen, su desequilibrada e insensata dueña.

Rebecca ya había perdido la cuenta de las veces que estuvieron a punto de follar, pero siempre era ella quien se acobardaba y por alguna razón, que científicamente no tenía explicación, Freen se detenía. La tailandesa gruñía, pateaba cosas y maldecía, quebraba unos cuantos huesos debido a la frustración y amenazaba a Rebecca con ofrecerla a cada reclusa de Camp Alderson para que la violaran; pero eso no ocurría.

Dios, no.

La pediatra incluso podía apostar que Freen había impuesto alguna clase de barrera invisible a su alrededor y es que absolutamente nadie, además de su grupo de amistades, se acercaba a ella. Hasta su amiga la vaca mutante le quitó los ojos de encima después de cabrear a Freen y que esta le fracturara todos los dedos de ambas manos, le botara unos cuantos dientes y amenazara con castrarla; se lo merecía, había intentado acorralar a Becky en el patio.

Jennie era quien más disfrutaba de la situación, incluso se pavoneaba como una loca histérica diciendo que ella y Becky eran como las cortesanas de la realeza, protegidas por la corte imperial.

¿Demente? Sí, Becky ya se había resignado a eso, por su parte, ella intentaba mantener un perfil bajo, no incitar problemas y mantenerse al margen de situaciones que podrían cabrear a su dueña; el problema era que Freen se cabreaba por todo, y por alguna razón los problemas perseguían a Becky.

Como la vez que aceptó una cajetilla de cigarrillos de una convicta a la que curó en la unidad médica. Sí, Becky en ese entonces no sabía la cantidad de problemas que podría traerle algo tan simple como aceptar un regalo. Y ese era el problema, que en Camp Alderson nadie regalaba nada, por lo que los rumores esparcidos distaban bastante de la verdad y a los oídos de Freen llegó algo bastante distinto; algo que Becky jamás sería capaz de hacer, prostituirse.

Y aun cuando su dueña supo la verdad, la castigo, la echó de su celda esa noche, Becky tuvo que esconderse de las guardias, quienes la molerían a golpes si la pillaban fuera, en los baños viejos, unas instalaciones putrefactas que ya nadie usaba y que la dejaron con un dolor de estómago por una semana. Sí, ese día comprendió que su labor como doctora debía limitarse a sus escuetas horas en la unidad médica.

O la vez en que Becky le reprochó a Freen por la japonesa y su dueña se llevó a la puta a la celda de ambas, donde se la folló toda la noche en la cama de Becky. La pediatra se negó tres días completos a dirigirle la palabra a la emperadora y terminó con un labio roto cuando Freen la abofeteó, luego de que la británica se negara a corresponderle un beso.

Así mismo, ocurrieron más situaciones que colocaron a Freen como una bestia y que fustigaron a Becky, pero maldita fuera la debilidad de la doctora, siempre terminaba perdonando, mentalmente, a su siniestra dueña. Y es que Freen seguía haciendo cosas que le impedían a Rebecca odiarla del todo.

Como cuando mandó a cambiar el colchón de la cama de Becky y le consiguió un juego de sábanas nuevas, limpias y suavecitas. Becky podría jurar que fue su manera de remendar lo que ocurrió con la japonesa, ¿Qué no era mucho? ¡Vamos! Era un colchón nuevo, sábanas nuevas, incluso Jennie había gritado cuando Becky le contó. Es decir, un colchón real, uno en el cual Becky había encontrado su pasatiempo favorito; acurrucarse y fingir dormir mientras Freen peleaba con el saco de boxeo.

Prisionera // FreenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora