𝔼𝕡𝕚𝕝𝕠𝕘𝕠

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Conocer a Ivanov fue algo que Rebecca solo podría describir como escalofriante. El hombre no habló directamente con ella; con nadie en realidad. Simplemente entró al enorme salón donde todas se encontraban y besó a Jennie en la mejilla para luego sentarse en el imponente sofá individual que a ojos de Becky, perfectamente podía asemejarse a un trono. Escuchó en silencio, al igual que todas, la información sobre Dong Gun que Lalisa estaba otorgando. Desde la muerte en cadena de sus socios, Dong Gun perdió su inquebrantable muralla de protección. El rumor de la muerte de sus amigos se expandió rápido y quienes podrían haberlo ayudado, prefirieron cerrarle la puerta por miedo. No más ministros, ni jueces, no más mafia ni fuerzas gubernamentales; Dong Gun Chankimha estaba solo. Ya no habría manera de sacarlo de prisión si Ivanov mostraba todas las pruebas incriminatorias de las fechorías de Dong Gun. Sin embargo, no era una condena en prisión lo que buscaban para él. Era la muerte.

— Su casa suele estar resguardada. — Lisa miró a Freen. — Nada de lo que no puedas encargarte.

Freen asintió.

— ¿Entonces, cuando partimos? — Preguntó Jennie colocándose de pie. — Necesito hacer mis maletas y...

— No vas. — Todos giraron su rostro. Ivanov había hablado. — Te quedas fuera desde ahora. Tú y Lalisa.

— ¡¿Qué?¡ ¡No puedes estar hablando en serio! — Jennie caminó hasta su padre. Lucía horrorizada con lo que Ivanov había demandado; la rabia se filtraba por sus bonitas facciones. — ¡¿Sabes cuánto he esperado por esto?!

Ivanov respiraba lento y no movía ni un músculo facial.

— No me importa, Kim Jennie. No vas a ir.

— ¡No me harás esto! No puedes... — Las últimas dos palabras salieron ahogadas. Becky buscó con la mirada a Freen, quien le dijo con un dedo índice sobre los labios que permaneciera en silencio.

— Rubia... — Intentó Lisa. Parándose tras Jennie y sujetándola con suavidad de los hombros.

— ¡Suéltame! — Se removió. — ¡Fue mi hermano quien murió por su culpa! No me dejarás fuera de esto.

Ivanov no dijo más. Se colocó de pie y dirigió su mirada a Freen.

— Partimos en una hora. — Freen inclinó su cabeza en ratificación y presenció como el mafioso dejaba el gran salón.

Jennie ahogaba un llanto en el pecho de Lisa y Becky tenía su vista fija en el suelo, sintiéndose completamente enajenada a lo que ahí ocurría. Todas eran parte en eso y aun así, ella no parecía tener nada que ofrecer.

— Corderita. — Becky levantó la mirada. Los ojos de Freen estaban fijos en ella. — Tú también te quedarás aquí.

— No — respondió con calma. — Y si te vas sin mí, Sarocha... — Tragó amargo. — Juro que no me encontrarás cuando vuelvas.

Se enfrentaron con la mirada. Los orbes de Becky peleando con los ónices de Freen, poniendo todo de sí para no quebrarse. No sabía si podría cumplir su amenazada y dejar a Freen; seguramente no. Sin embargo, Freen no estaba dispuesta a arriesgarse.

— De acuerdo — concedió. — Irás conmigo... — "Solo, no me dejes, moriría si lo haces". No pudo terminar la frase, pero Becky vio el miedo en sus ojos.

— No es justo — hipó Jennie. — Hi-hice todo esto... — Sus hombros se sacudían debido al llanto. — Y no podré... No tendré mi venganza.

— La tendrás — Aseguró Becky, colocándose de pie. Jennie giró sobre sus talones para verla. — Yo tomaré tu venganza, Jendeukie. Lo juro.

Prisionera // FreenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora