𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 15

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Becky por alguna razón que no terminaba de comprender, estaba esperando por la lunática de Freen en el gimnasio. Su dueña le había dicho que después del almuerzo fuera para allá, sin darle mayor explicación, y bueno, sí, Becky no quería desafiarla; al menos no en ese momento.

Por lo que ahí estaba, sentada al lado de Rachel, con una botella con agua entre sus manos, observando a mujeres de gruesa contextura ejercitarse mientras Rachel, quien se encontraba a su lado, se burlaba de ellas.

— Son tan lamentables — susurró bajito su acompañante. — Solo míralas.

— Como una de esas te escuche... Lo único lamentable va a ser tu culo — advirtió Becky a modo de broma.

No era como si alguien fuera a buscarle pelea a Rachel, al menos no encontrándose Becky presente, y es que el riesgo de terminar envuelta en una contienda con la emperadora no era algo que cualquier reclusa estuviese buscando; ni siquiera Hyun Joo.

Becky no podía mentir en ese aspecto; fingir que no le gustaba sentirse protegida gracias a Freen, y es que le fascinaba, joder. Era una de las principales razones por las que podía dormir en las noches, eso y que siempre terminaba demasiada agotada después de follar como animal con su dueña. Vale, que Becky no podía ignorar como Freen la cuidaba; aun si era de manera bruta e infantil, se molestaba si alguien miraba mal a Becky y no escatimaba en gritarle a medio Camp Alderson si alguien se atrevía a siquiera pensar en ponerle las manos encima a la británica.

A Becky le gustaba, una parte de su cabeza, aquella inocente y engreída, comenzaba a pensar que era porque Freen estaba desarrollando sentimientos por ella, ¿estúpida? Seguramente, pero Becky no controlaba su propio ritmo cardiaco ni la manera en que esta se aceleraba cuando pensaba en Freen y ella, como algo más que una convicta empoderada y su mascota, cuando pensaba en ellas como una pareja; teniendo una relación normal.

Y a veces se encontraba a sí misma deseándola, lo cual, sí, era peligroso...

¡Era prácticamente ser una suicida!

Es que, con honestidad, caer por Freen no era una decisión inteligente, pero nuevamente, Rebecca no destacaba por sus decisiones racionales, así que... Bueno, no se estaba negando mucho a los sentimientos que nacían en ella hacia su dueña. Era algo nuevo, algo que jamás había sentido antes, y eso que había estado en tantas relaciones como le había sido posible, sin embargo, era eso... Era algo nuevo, algo que no podía explicar, que seguramente nunca podría explicar, quizá era porque estaba en prisión, quizá ya se estaba volviendo loca.

¿Le importaba? No.

— ¿Cuánto tiempo más vamos a tener que estar aquí? — Preguntó Rachel, ya notablemente aburrida de ver a mujeres levantando pesas y dejando escapar guturales jadeos. — Me dijiste que solo serían unos minutos.

— Lo sé... — Chasqueó con la lengua, Freen le dijo que iría a hablar con su mecenas y que no tardaría mucho, pero ya llevaban más de media hora esperando.

No era como si tuviesen algo mejor que hacer, pero el gimnasio y su olor a sudor, no podría ser considerado un sitio de devoción para Becky, quien podría estar ayudando en la unidad médica en ese preciso momento.

— Hablando de la emperadora... Literalmente. — Rachel señaló la entrada, Freen entró por esta, cargando un saco sobre su hombro.

Lucía gruñona y amargada como de costumbre, con labios apretados, mandíbula en alto y un notorio ceño fruncido, repasó con la vista el precario recinto y al encontrar sus ojos con los marrones de Becky, casi sonrió, un traicionero hoyuelo en su mejilla derecha queriendo formarse.

Prisionera // FreenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora