Becky siempre fue la clase de persona que colocaba las necesidades de los demás por delante de las propias; y eso la enorgullecía tremendamente. En su trabajo destacaba por la pasión férrea que mostraba tener, sus pacientes la adoraban por la dedicación y entrega que tenía. Podía jactarse de ser la mejor pediatra, y que todos los niños del hospital donde trabajaba corrieran hacia ella apenas la visualizaban, era la mejor prueba. Porque al ser lesbiana, y una muy promiscua, Rebecca ni siquiera podía soñar con la idea de formar una familia.
Ella era demasiado inestable para tener una relación normal y la única vez que lo intentó, terminó en prisión, sí, era medianamente su culpa, por haber sido infiel y haberse reído de las amenazas de su psicópata ex novio Noah, pero si todas las infidelidades tuvieran por condena la prisión, ufff.. Y Rebecca siempre fue la clase de mujeres que aceptaba su culpa en las situaciones desfavorables de la vida, era una ferviente creyente de que todo acto conllevaba una responsabilidad, por ello fue que pudo resignarse y no caer en la locura cuando el juez dictó la sentencia. Así mismo, estaba consciente de la imprudencia a la que estaba dejándose arrastrar en Camp Alderson.
Dos meses de besos robados y forzosos, de caricias lascivas y posesivas, dos meses siendo el objeto de una vehemente mirada de ojos ónices, dos meses sintiendo el calor corporal de la única mujer que hasta el momento la había atrapado; de su dueña.
¿Cómo podría eliminar los recuerdos que Freen había dejado en ella? Era imposible, Rebecca lo sabía.
Seguramente pasarían las estaciones, los años y ella seguiría recordando cada maldito beso, cada palabra susurrada en su oído y cada situación a la que Freen la condujo.
Si ella era una rosa, Freen se había convertido en las espinas que la acompañaban.
— Eres mi dueña — insistió, con su labio tembloroso y la mirada baja.
No iba a dejar que Freen terminara el nexo que las unía, más allá del pavor que le daba pensar en su incierto futuro sin Freen como su escudo, no quería perderla.
¿Qué haría su dueña sin ella? No podían estar la una sin la otra.
Porque si Freen era la enfermedad, Becky era la cura.
La emperadora golpeó la pared con su puño, los nudillos crujieron y Becky dio un leve salto sin despegar los pies completamente del suelo, más no retrocedió, ni de su boca salió retractación alguna.
— ¿Es que no lo entiendes, puta barata? — Su voz era amenazante, volteó en dirección a Rebecca, con el rostro hinchado por golpes y sus dientes moliéndose debido a la fuerza con la que los apretaba. — Tú no decides, no eres nadie para venir a reclamarme como tu dueña. Solo eres la infeliz con la que pretendía tener una buena follada y luego botar a la basura, porque... ¿Adivina qué? Es ahí donde perteneces.
— Pero n-no me follaste. ¿Por-por qué? — Vio a Freen pasar saliva.
— ¿Qué importa? Ya todo se fue a la mierda — respondió al cabo de unos segundos.
Becky succionó su labio inferior para no soltar un sollozo, las palabras de Freen dolían más que cualquier golpe certero, negó con la cabeza y sorbió su nariz, sintiéndose perdida y sin más respuestas para dar. Freen pasó por su lado, empujándola por el hombro, se subió a la parte superior de la litera, y de rostro a la pared, fingió caer en el sueño.
Becky permaneció tiempo incalculable de pie, experimentando por primera vez las emociones que se ligaban al corazón, no iba a admitir cuánto le gustaba Freen, pero tampoco podía negárselo a sí misma, era un duro golpe a su orgullo, mancillada y herida, el tener que reconocer el origen de su dependencia emocional por Freen, era absurdo, había besado a infinidad de mujeres.
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Prisionera // Freenbecky
FanfictionCuando Rebecca Armstrong escuchó la sentencia del jurado, el mundo se desmoronó ante sus fanales vidriosos e índigos, condenada a cinco años de prisión por una negligencia médica que no cometió, fue trasladada hasta una prisión de máxima seguridad...