Decidí caminar todo el trayecto a casa, sintiéndome un tanto triste pero también aliviada por haber enfrentado a Rubén. Agradecía a mi yo del pasado por darme la fuerza para hacerlo, aunque no me gustara discutir ni quedar mal con alguien.
Casi llegando a casa, me encontré con un pequeño parque donde unas bancas invitaban a sentarse. Decidí hacerlo y aproveché para mirar el cielo, que se pintaba con un atardecer hermoso.
— ¡_____! — Escuché mi nombre gritado, y al apartar la vista del cielo, vi a Rubén corriendo hacia mí.
— ¿Rubén? — Me levanté de la banca, sorprendida y un poco asustada por su repentina aparición.
— ____, ¿Por qué hiciste eso? ¿Por qué te fuiste sin mí?" Su voz denotaba agitación mientras me miraba intensamente.
No supe qué responder, su presencia me dejó aturdida.
— ____, — dijo con firmeza, poniendo una mano en mi hombro — me vas a decir qué tienes, ahora.
Me sentí intimidada por su tono, pero antes de poder articular una respuesta, Rubén pareció calmarse. Nos sentamos juntos en la banca y ambos contemplamos el cielo.
— Rubén, perdóname. No quise tratarte así, pero estoy exhausta —. confesé, desviando la mirada hacia la calle.
— ¿Por qué mientes? — Sentí su mirada penetrante sobre mí. Mis puños se cerraron involuntariamente al recordar las burlas de él y Cecilia en la escuela. Sentí la urgencia de llorar, pero su mano sobre mi puño me hizo contener las lágrimas.
Me levanté abruptamente de la banca. Lo enfrenté, encontrando su mirada confundida buscando respuestas en la mía.
— Rubén, siento desconfianza cada vez que estoy contigo. Siento que me estás jugando una broma cruel, otra vez — admití, mirando al suelo con los puños apretados.
Hubo un tenso silencio entre nosotros hasta que él tomó mi mano. Su expresión reflejaba tristeza, preocupación y algo de decepción. Me senté frente a él mientras me sujetaba del puño, obligándome a mirarlo a los ojos.
— ____ — murmuró — sé que cometí errores. Soy un tonto y me arrepiento. No debería haber hecho esas bromas. Nunca me di cuenta de lo mucho que te molestaban. Por favor, perdóname.
Nunca lo había visto así: vulnerable, sincero en su arrepentimiento.
— Rubén, dime algo — comencé, mirando nuestras manos entrelazadas antes de volver a su rostro, — ¿Tú no escribiste la carta, verdad?
— No, no fui yo — respondió sinceramente, retirando su mano de la mía.
Por un momento, dudé si creerle. Pero al verlo pensar profundamente por segunda vez, decidí darle una oportunidad.
— Regresemos a casa — sonrió Rubén, y yo me quedé congelada por un momento, sintiendo la tristeza en el ambiente. Entonces, él extendió su mano hacia mí, como si entendiera mis emociones y quisiera guiarme.
Tomé su mano, sintiendo un cálido alivio al tenerlo cerca. Aunque estaba triste y aún lidiaba con las emociones del pasado, su gesto me dio un sentido de apoyo y comprensión.
Caminamos juntos en silencio hacia casa, dejando que la brisa del atardecer nos envolviera. Mis pensamientos eran un torbellino de emociones, tratando de encontrar las palabras adecuadas para compartir lo que estaba sintiendo.
Finalmente, decidí romper el silencio.
— Rubén, quiero que sepas que... aunque estoy dispuesta a darte otra oportunidad, todavía me duele recordar cómo fueron las cosas antes. Necesito tiempo.
Él asintió comprensivamente sin voltear a verme y apretando suavemente mi mano que aún sostenía. — Lo entiendo, _____. No quiero que te sientas presionada. Quiero hacer las cosas bien esta vez.
Su respuesta me reconfortó, pero aún había una tensión latente entre nosotros. Hace unos años, jamás imaginé tener algún tipo de comunicación con él, mucho menos ser amigos. Sin embargo, desde que comenzamos a convivir, he disfrutado enormemente de su compañía. Me dolería que a partir de ahora ni siquiera nos dirigiéramos la palabra. ¿Le habré tomado cariño? Me pregunté mientras lo observaba detenidamente de espaldas, luego bajé la mirada a nuestras manos entrelazadas.
A medida que seguía perdido en mis pensamientos, Rubén y yo llegamos finalmente a la puerta de mi casa. Nos detuvimos frente a ella, y él me miró con una sonrisa cálida.
— Creo que ya es hora de que te deje aquí — dijo Rubén suavemente, soltando mi mano con delicadeza. — Gracias por hoy. Ha sido genial pasar tiempo contigo.
Asentí, devolviéndole la sonrisa. — Gracias a ti también, Rubén — ¿Era caso un aviso de despedida? Pensé mientras sonría.
Nos quedamos unos momentos en silencio, ambos sintiendo la intensidad de nuestros pensamientos no expresados. Sabía que algo había cambiado entre nosotros.
Finalmente, Rubén rompió el silencio.
— Nos vemos mañana en clase.
— Claro — respondí, observando cómo se alejaba lentamente hasta ver cómo llegaba a su casa.
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Simplemente amor
FanfictionNo hay nada más lindo un amor creado por la infancia, un amor correspondido, pero no, la realidad es otra. • •