Mentiste

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Su mirada estaba fija en el suelo, y una sensación de inquietud comenzó a apoderarse de mí. Temía cuál sería su reacción, y ese temor me hacía pensar que esta nueva oportunidad que había surgido entre nosotros se estaba desvaneciendo rápidamente. Decidí que era mejor romper el incómodo silencio.

— ___, lo siento de verdad. No pensé que ella estaría ahí, en serio... — comencé, pero antes de poder continuar, fui interrumpido.

— Rubén — levantó la mirada y me clavó los ojos —, entiendo que sea tu amiga o lo que sea — su tono era firme, y sentía cómo una mezcla de disgusto y frialdad emanaba de su mirada —, pero dile que no se me acerque ni me dirija la palabra de nuevo.

Dicho eso, se dio media vuelta y entró al salón sin mirar atrás. Me quedé congelado por unos segundos, una tristeza profunda se asentó en mi pecho. Supuse que tendría que alejarme de mi única amiga.

Las clases transcurrieron de manera habitual, pero ___ mantenía una expresión seria. Noté las miradas curiosas de algunos compañeros, incluso de aquel que en una ocasión había llamado fea a mi querida ____. "¿Quién se cree?", pensé, sin poder ocultar mi desdén.

                               Horas después:

Tras unas cuantas clases, se acercaba la hora del almuerzo. Estaba nervioso, no sabía qué esperar. "Creo que va a estar así todo el día", pensé mientras nos dirigíamos hacia los casilleros.

— Rubén — su voz me sacó de mis pensamientos.

— ¿Sí? — respondí, cerrando la puerta de mi casillero.

— Creo que hoy no podré comer contigo — dijo, manteniendo la puerta de su casillero entre nosotros, sin mirarme.

— ¿Puedo preguntar por qué? — pregunté, sintiendo el temor apoderarse de mi voz.

— Quiero estar sola hoy — esta vez cerró su casillero y me miró directamente.

— Lo... lo entiendo — tartamudeé, intentando mantener la compostura, pero con un nudo de tristeza en el pecho.

Ella se dirigió al comedor del colegio con su almuerzo, dejándome solo. "Supongo que tenía razón esta mañana, hoy almorzaré solo", pensé mientras caminaba hacia los bancos cerca de la cancha, donde ___ y yo solíamos sentarnos.

Me senté solo en uno de esos bancos y comencé a comer. Tenía alrededor de cuarenta minutos para terminar. "La comida sabe mejor en compañía", pensé mientras me llevaba un fideo a la boca. Al terminar, me quedé observando cómo algunos jugaban en la cancha, cuando de repente sentí unas manos cubriendo mis ojos. Por un instante, una chispa de felicidad me recorrió al pensar que era ella.

— ¿___? — pregunté mientras tocaba sus manos para identificar si era ella.

— Ay no, Rubén — respondió soltando mis manos con un gesto de exasperación —, de verdad, solo piensas en ella — dijo mientras se sentaba a mi lado.

— Ah, eras tú — dije, sin poder ocultar la decepción en mi voz.

— Me sorprende hasta dónde has llegado con ella. ¡Ese es mi amigo! — dijo, dándome un leve empujón.

— Gracias, supongo, pero gracias a que llegaste esta mañana, como puedes ver, estoy comiendo solo — respondí con un tono gruñón.

— ¿Te castigó la patrona? — rió burlonamente.

— Cecilia, no me hace gracia. Lo que hicimos estuvo mal. Por culpa de tus ideas, ___ nos odia... bueno, más a ti — le respondí, tratando de mantener la seriedad.

— Rubén, por Dios, no te pongas así. Fue idea de ambos. Tú me apoyaste tanto como yo a ti, así que no me culpes solo a mí — dijo mientras se levantaba, poniéndose frente a mí.

— Celia, admite que estuvo mal y discúlpate con ella — le dije, poniéndome también de pie.

— No tengo por qué disculparme, no hice nada malo. Solo quise ayudar a un amigo, y así es como me lo pagas. ¿Qué vas a hacer además de reprocharme, alejarte de mí? — replicó, frunciendo el ceño. Pude ver cómo sus puños se cerraban con fuerza.

Me quedé en silencio, bajando la mirada.

— Vaya, Rubén Doblas. Mira hasta dónde has llegado por una chica que ni siquiera te presta atención. Ni con esos detalles ni con esa basura de carta que escribimos has logrado que se fije en ti — levanté la mirada, herido en mi orgullo.

— Cállate, Cecilia — intenté interrumpirla, pero ella continuó.

— Perdóname, Rubén, pero estás perdiendo el tiempo. ¿Y vas a alejarte de mí, tu amiga, por una chica que solo te gusta? — dijo con un tono serio, pero sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas. — ¿Sabes qué, Rubencito? Olvídate de mí entonces. De ahora en adelante, haz las cartas tú solo — terminó, señalándome con furia antes de marcharse.

Me quedé congelado, sin saber qué hacer. Finalmente, me volví a sentar, recogí mis cosas, y me preparé para irme cuando...

— Rubén, me mentiste — escuché su voz detrás de mí.

Lo que me faltaba.

— ___, ¿qué fue lo que escuchaste? — pregunté, intentando acercarme.

— No des un paso más — ordenó con frialdad —. Vine a disculparme contigo, pero ya veo que no valía la pena. ¿Es cierto lo que dijo ella? — frunció el ceño, claramente dolida.

No sabía qué responder. El miedo me invadía, sentía que mi corazón iba a estallar. Ya había perdido a mi mejor amiga, y ahora estaba a punto de perder a mi primer amor.

— ___, por favor, déjame explicarte bien — supliqué, acercándome un poco más.

— ¡Que no te me acerques! — me detuvo en seco —. Rubén, ¿por qué me mentiste? Me dijiste que no escribiste esa carta. ¿Otra vez querías molestarme, verdad? Eso de que me vas a hacer cartas, eso de que te gusto, ¿todo es otra de sus malditas bromas, verdad? — dijo, rompiendo en lágrimas.

— No, ___, no es nada de eso, te lo juro. Tú en verdad me gustas, por favor, no llores — dije mientras intentaba secar sus lágrimas.

— ¡Déjame! — gritó, apartando mis manos bruscamente —. Te odio, Rubén. Pensé por un momento que habías cambiado, pero soy una tonta. Solo han pasado unas cuantas semanas y ya te consideraba mi amigo. No te me acerques nunca más, o le diré a tus padres.

— ___, por favor, no hagas eso... no después de habernos dado una oportunidad apenas ayer — le rogué, con lágrimas en los ojos.

Pero mis súplicas no sirvieron de nada. Ella se fue, dejándome solo, otra vez.

Simplemente amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora