Ruth

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Nunca imaginé que las cosas se precipitarían de esta manera, tan de repente, como si todo se hubiese derrumbado en un solo instante. Apenas ayer habíamos decidido empezar de cero, con la esperanza de que el pasado no nos persiguiera. Pero hoy, su traición perforó mi confianza como una daga fría y cruel. Me siento como una tonta por haber creído, siquiera por un segundo, que él había cambiado.

—¿Oye, estás bien? —una voz suave me sacó abruptamente de mis pensamientos, devolviéndome a la realidad.

—¿Qué? Ah, disculpa —respondí, limpiando apresuradamente las lágrimas que se deslizaban por mis mejillas.

—Todos allá adentro vieron que te peleaste con tu novio... por esa chica —dijo mientras se agachaba, sus ojos reflejando una mezcla de curiosidad y preocupación.

—¿Mi novio? —pregunté, sorprendida—. No, él no es mi novio, es... mi amigo. Bueno, era —agregué con una voz cargada de decepción.

—Oh, entiendo... Lo siento —dijo, con un tono de compasión que hizo que me sintiera un poco menos sola—. Pero ahora todos están comentando eso —añadió mientras sacaba algo de su bolsillo—. Toma —me ofreció una paleta—. Dicen que lo dulce levanta el ánimo —sonrió con dulzura, como si quisiera consolarme de alguna manera.

—Gracias —respondí, permitiendo que una pequeña sonrisa escapara mientras tomaba la paleta—. Oye, ¿qué hora es? No veo a nadie más por aquí.

—Oh —rió suavemente—, ya van a ser la una.

—¿Qué? ¡He perdido media hora de clases! —exclamé, sintiendo el pánico apoderarse de mí mientras intentaba levantarme apresuradamente.

—Hey, tranquila —dijo, posando una mano en mi hombro para detenerme—. Ya no podemos volver, si lo hacemos, solo empeorará las cosas. Mejor quedémonos aquí; nadie nos verá —me sugirió mientras me hacía sentar de nuevo.

—¿Así que... me escapé de la clase? —pregunté, sintiéndome aún peor—. Y tú también —la señalé—, eres compañera mía, ¿verdad?

Rió con suavidad, como si acabara de recordar un chiste—. Sí, hasta que por fin te das cuenta de tu entorno. Es que siempre andabas con ese chico. Todos en el salón pensábamos que eran novios —dijo mientras se rascaba la cabeza, un gesto que revelaba cierta timidez.

—No, nada que ver —respondí, desviando la mirada hacia el cielo, tratando de encontrar algo de paz en el vasto azul—. Por cierto, ¿cómo te llamas? —la miré, buscando una conexión en medio del caos.

—Me llamo Ruth —respondió, extendiéndome su mano. Su gesto me arrancó una sonrisa genuina por primera vez en horas.

—Soy ___ —dije mientras estrechábamos las manos, un pequeño gesto que, sin embargo, me hizo sentir un poco más conectada al mundo.

—Y dime, ___, ¿por qué te peleaste con tu amigo... bueno, ahora ex-amigo?

Sentí una punzada de incomodidad al escuchar su pregunta. Apenas la conocía, y no estaba segura de si quería abrirme a ella tan pronto.

—Mmm... —titubeé—, la verdad, prefiero contarte otro día, ¿te parece? —intenté sonreír, aunque sabía que no era una sonrisa del todo sincera.

—Bueno —dijo ella, abriendo su propia paleta con una calma que me hizo sentir un poco menos presionada.

El silencio se instaló entre nosotras, solo roto por el sonido crujiente del envoltorio de la paleta que Ruth abría con algo de torpeza. Los árboles a nuestro alrededor se balanceaban suavemente con la brisa, y me sentí por un momento la paz que tanto quería sentir.

—Sabes... a veces es mejor no decir nada —dijo Ruth de repente, con esa forma de hablar tan directa que tienen los niños cuando saben algo importante—. Quiero decir, no es que debas guardártelo todo, pero quizás hoy no es el día para hablar de eso —añadió mientras chupaba su paleta, observándome con una mezcla de seriedad y esa inocencia que aún no habíamos perdido del todo.

Asentí, mordiéndome el labio. Ella tenía razón, pero me resultaba difícil dejar de pensar en todo. Como si las palabras que quería decir se me atoraran en la garganta.

—¿Te ha pasado algo parecido? —pregunté, sintiendo una curiosidad que no podía controlar. Ruth me miraba con esos ojos grandes y atentos, como si pudiera entender más de lo que decía.

Ruth se quedó en silencio, dándole vueltas a su paleta en la boca. Finalmente, se encogió de hombros.

—Bueno, una vez, mi mejor amiga me dejó de hablar porque empezó a juntarse con otras chicas y me dejó de lado. Eso dolió, pero luego encontré a otras amigas —dijo, con una mezcla de resignación y madurez—. A veces la gente hace cosas que no entendemos, pero después encuentras personas que realmente te quieren, bueno eso dice mi papá.

Sus palabras me hicieron sentir una extraña mezcla de tristeza y alivio. Era como si, de alguna manera, entendiera lo que estaba pasando, aunque su situación no fuera exactamente igual.

—Gracias, Ruth... por quedarte conmigo hoy —dije en voz baja, sintiéndome un poco menos sola.

—No hay problema —respondió, dándole una mordida juguetona a su paleta.

Después de esa pequeña conversación, Ruth y yo nos dirigimos a la siguiente clase. No podía evitar sentir un nudo en el estómago, una mezcla de miedo y nervios al pensar en regresar al salón. No quería verlo. La sola idea de cruzar miradas me hacía sentir vulnerable, como si todo lo que había intentado contener se desmoronara en ese instante. Pero, sorprendentemente, al entrar al aula, me di cuenta de que él no estaba allí.

"Qué raro", pensé, mientras una mezcla de alivio y confusión me invadía. Me senté en mi lugar, tratando de concentrarme en la lección, pero mi mente no dejaba de divagar, imaginando por qué no había venido. El tiempo pasó, el profesor continuaba con la clase, pero mi atención estaba en otro lugar. Miraba de reojo la puerta cada vez que se abría, esperando ver su figura entrar, pero nunca ocurrió.

Las horas se escurrieron y, al final del día, él no apareció. Aunque había intentado convencerse de que no me importaba, la preocupación comenzó a germinar en mi pecho. A pesar de todo lo ocurrido, no quería que le pasara nada malo. Solo espero que esté bien, pensé, mientras recogía mis cosas al sonar la campana final.

Simplemente amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora