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Salí del home de Ferrari y ciegamente me dirigí al de RedBull, le iba a formar su verguero a Max.
¿Cómo me dejaba esos chupetones y no me decía nada?
Me quería era morir de la vergüenza, me vio mi papá, mis primos, MI CUÑADA hasta Carlos y se burló de mi.
—hola ¿Está max?— Le pregunté a uno de los ingenieros, que sabia que era amiga de Max. sonrió y asintió con la cabeza.
—Está en su oficina. —dijo señalando hacia la oficina de Max al otro lado del garaje. —Probablemente esté terminando de prepararse para la carrera.—Añadió, antes de volver a centrarse en su trabajo.
—gracias —rapidamente entre a la oficina de Max y lo ví mal —eres un maldito.
Él se sobresaltó un poco cuando escuchó la puerta de su oficina abrirse de golpe .
Se incorporó de inmediato desde donde estaba sentado y me observó con cierta sorpresa.
No si la sorpresita del día, este coño de su pepa
—¿Qué pasa? —Preguntó con cautela.
—no te hagas el loco Max —baje el cuello de mi suéter y el se rio —no da risa, son gigantes —chille viendo los chupetones en un espejo.
Él no pudo controlar una pequeña risa ante mi reacción, pero se las apañó para contenerla lo mejor que pudo, tratando de adoptar una expresión más seria.
Este mamaguevo.
—Vamos, tampoco son para tanto.—Intentó tranquilizarte, pero su sonrisa lo había delatado.
—si son, hasta Carlos se burló de mi —me tire en el sofá de su "oficina" que en realidad era el cuarto de descanso —deja de sonreír catire.
Su expresión se volvió más seria y él se inclinó hacia delante, apoyando los antebrazos en las rodillas.
—No deberías hacerle caso...—Dijo con calma. —Yo no lo hago. A mí me encantan.
Bufé, claro que le encantaban, el no las tenía que maquillar y aguantar pasarse una cucharilla caliente en el cuello para medio borrarlos.
—claro, tu las hiciste catire — bufé —mas te vale ganar si quieres que te perdone —me cruce de brazos.
El deslizó un brazo alrededor de mis hombros y me atrajo un poco más hacia él, con una sonrisa traviesa en los labios.
Su otra mano se subió para enredar suavemente los dedos en mi cabello. Su voz era suave mientras se inclinaba un poco más cerca de mi.
—¿Así que si gano estarás dispuesta a perdonarme?—Preguntó él, con un brillo en los ojos.
