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No sé en qué momento me quedé dormida pero amanecí en el auto, aún en la carretera.
—Carlos —yo le toque el hombro.
El no respondió y bajé del auto para tomar algo de brisa, y pensar con mas claridad.
El bajón de anoche, la llamada de mi mamá, que mi papá le este contando que hago, había muchas cosas en las que pensar y apenas era jueves.
5:30 a.m; habían carros pasando por la carretera, el viento, el sonido de las olas, no iba a sentir esta paz otra vez... en un tiempo, eso es seguro.
—despertaste —oi la voz de Carlos atrás de mi y le sonreí, apenada.
—perdon por lo de anoche, se suponía que era una fiesta y yo lo arruiné —el negó con la cabeza.
Carlos se acercó y se sentó en el borde del auto, frente a mí.
Sus ojos expresaban una mezcla de preocupación y comprensión.
—No te disculpes —dijo él con voz tranquila. —Creo que necesitabas ese escape… Y no fuiste tú la que lo arruinó.
Su expresión se volvió ligeramente más seria cuando agregó:
—¿Necesitas hablar de lo que pasó anoche?
Era raro escuchar esas palabras, en ese tono de alguien que hace dos días me pintaba como la mujer mas mal educada que haya conocido.
—¿tratado de paz? —le extendi la mano él la tomo, apretándola y luego me atrajo hacia el para un abrazo— dije de paz, dame tiempo para ser amigo Sainz.
Pero no me aparte, me hacía falta un abrazo hace tiempo, sentí su pecho vibrar con una risa lo cual hizo que le pellizcar un poco el brazo.
Carlos se rió ante mi intento de protesta y me apretó aún más fuerte contra su cuerpo antes de soltarme. Su expresión era relajada y un tanto burlona.
—Definitivamente es una tregua, Carolina —dijo con una sonrisa traviesa. — Pero cuidado, puede que me apetezca romper el tratado.
Le di un ligero golpe en el hombro.
—por graciosito
—oye eres una agresiva —el se sobó y yo me burle de el —¿Así nos trataremos de ahora en más?
Yo asentí
—asi trato a mi familia, acostumbrate a los Digiacomo.
—Entonces, soy oficialmente parte de tu familia ahora, ¿eh? —dijo él, aún frotándose el brazo. —Supongo que podré aguantar eso.
—esta bien, Digiacomo ¿Quieres ir a desayunar?
—claro que sí —subi al auto junto a el.
El viaje de regreso fue igual de callado solo con la excepción de que Carlos había puesto la radio como fondo y yo batallaba con mis botas.
