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The horoscope card

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The horoscope card

Llegamos a la ciudad. El coche pasaba por la calle y a los lados habían casas pequeñas, pero lo extraño fue que algunos ciudadanos nos miraban con curiosidad a través de sus ventanas o desde sus puertas abiertas, otros con rostros muy serios como si no estuvieran contentos de vernos ahí.

—Vaya carita la de los vecinitos.

Nos reímos con el comentario del rubio que asomaba la cabeza por la ventana.

—Parece que estuvieran presenciando un funeral—Sarah expresa su opinión también.

Spencer seguía con la ruta hacia la dirección de nuestro hospedaje durante los siguientes días. Yo seguía mirando, a parte de los vecinos con rostros raros, sus casas eran poco coloridas. Vestían con abrigos, pero incluso de lejos se podía ver que eran antiguos y quizá sucios.

Pasamos por una plaza redonda con sillas algo desgastadas y algunos árboles decorando, que es lo que le da color a este pequeño pueblo. Al pasar rápido solo di con un vistazo de algunas tienditas que seguro luego visitaríamos al terminar de instalarnos.

Estacionamos frente a una casa de dos pisos que se ve mucho más cuidada que las demás que hemos visto. A unos pasos más al costado hay una iglesia con la pintura desgastada, con ese toque de antigüedad. Y al frente de la casa se ve el bosque, aunque en realidad todo estaba lleno de árboles. Tenía un ligero parecido a mi saga favorita de ver que es crepúsculo.

Bajamos del coche al mismo tiempo que un chico joven más o menos de unos veinte tantos también baja del auto aparcado ahí. Es mediano de altura, cabello negro corto y bien peinado. Se nos acercó brindándonos la primera sonrisa del día.

—Buenos días, ustedes deben ser los chicos que están a punto de pasar unas vacaciones increíbles en este pueblo tan acogedor, lleno de sorpresas y actividades—estrechó la mano a cada uno—. Mucho gusto, soy Len Mordue. El dueño de la casa.

—Perdona si tardamos una hora de más—habla Spencer—. El camino no es tan fácil de encontrar.

—No se preocupen de nada. Estuve entreteniéndome jugando al candy crush en mi coche.

Su risa fue contagiosa y en unos segundos a todos nos empezó a simpatizar el joven.

—Ahora sí entremos.

Lo seguimos ya cada uno cargando con sus maletas. Definitivamente por dentro se notaba lo cuidado que está y no solo eso, sino lo limpio, el orden con todo lo que venía amoblado. Tenía incluso su toque moderno.

—¿Y bien? ¿Cuáles son sus nombres y con quién hice la reserva?

Sarah se adelanta levantando la mano.

Masacre en WestloreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora