Doble V3.

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Leonardo apretó los puños, su cuerpo temblaba ligeramente con la furia contenida. Raphael, en su actitud temperamental, no dejó pasar la oportunidad para lanzar una provocación.

—¿Te quedó el saco? —preguntó, retador, con una chispa de desdén en sus ojos.

Algo en el líder resonó con una furia tan intensa que su piel verde comenzó a adquirir un matiz rojizo. Estaba al borde de perder el control, su ira era palpable y vibrante en el aire.

En ese momento, el maestro Splinter y Karai aparecieron, ambos visiblemente curiosos por la tensión que se respiraba en la sala.

—¿Qué sucede, hijos míos? ¿Por qué te ves tan molesto, Leonardo? —preguntó el patriarca con preocupación. No era común ver a su hijo mayor de esa manera; Leonardo siempre había tenido un buen control sobre sus emociones.

El pecoso, percibiendo la atmósfera tensa, intentó desviar la atención. —¿Y si preparamos pizza? Creo que sería un buen momento familiar —dijo con una sonrisa que no alcanzaba a ocultar la incomodidad.

Donatello asintió con entusiasmo, intentando aliviar la tensión. —Creo que es una buena idea —agregó, tratando de seguir el tono positivo de Michelangelo.

La kunoichi, observando los comentarios y las sonrisas algo forzadas, notó que algo no estaba bien. Sin embargo, decidió seguir el juego para no aumentar la tensión. —Suena emocionante. Vamos —dijo con una sonrisa que, aunque educada, no escondía del todo su inquietud.

Mientras todos se dirigían a la cocina, Leonardo seguía luchando por mantener su ira bajo control. Sabía que, a pesar de sus intenciones de unir a la familia, la desconfianza de Raphael estaba creando una brecha que sería difícil de cerrar.

El aroma de la pizza llenó el aire, pero no podía ocultar la tormenta emocional que seguía en el corazón de la tortuga azul. Su deseo de acercarse a Karai y de reparar la relación familiar se enfrentaba a las barreras que la desconfianza y el resentimiento habían levantado.

Se retiró de la cocina, su mente envuelta en confusión y tormento. Caminó con pasos pesados hacia su habitación, buscando un refugio en la soledad que le permitiera procesar el caos que sentía.

Una vez en su habitación, se dejó caer en el suelo, apoyando la cabeza entre las manos. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, cada sollozo una mezcla de frustración y tristeza. No sabía cómo manejar la situación. Su corazón estaba dividido entre el amor por Karai y el deber de proteger a su familia, aunque esta enamorado de la Kunoichi, sabe que no puede confiar en ella plenamente.

La pregunta de Raph resonaba en su mente: —"¿Estás seguro de que la trajiste aquí por motivos familiares y no por un deseo carnal?"—. La duda en la voz de su hermano había sido un golpe directo para él. A pesar de sus esfuerzos por unir a la familia y ofrecer a Karai un lugar en ella, la sombra del pasado de ella y las acusaciones del temperamental se sentían como barreras insuperables.

Tomó su teléfono y, buscando consuelo en una voz amiga, llamó a April. Cuando ella contestó, pudo escuchar la preocupación en su voz.

—April, necesito hablar contigo —dijo Leonardo, su voz quebrada por la emoción. Estoy en un lío. Raph me preguntó si realmente había traído a Karai aquí por razones familiares o si había algo más... carnal, como dijo. No puedo dejar de pensar en eso. ¿Cómo puedo saber si mis sentimientos son genuinos y no solo una ilusión?

La pelinaranja escuchó en silencio, y luego soltó una pequeña risa, que a Leonardo le pareció un tanto inesperada. —Quizás, si te molestó tanto, podría haber algo de verdad en la pregunta de Raph, o tal vez te duele la desconfianza de tu hermano. Pero, entre nosotros... ¿si tuvieras la oportunidad, estarías con Karai? —preguntó con una mezcla de curiosidad y ligereza en su tono.

Leorai - Cortos ☁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora