JUEGO DE PODER | Blair Parker es llamada de muchas formas menos por su nombre.
Ella es para la prensa y el resto del mundo "La abogada del diablo", conocida por ser la única defensora de todos los criminales que los héroes se esfuerzan por liquidar...
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—Mierda...hace frío.—dijo desde la azotea de un edificio una figura entre la sombras.
La noche había caído sobre la ciudad hermana de Ghotam, Blüdhaven, como un manto oscuro, interrumpido solo por las luces intermitentes de algunos carteles comerciales. En una esquina solitaria se podían apreciar un grupo de criminales listos para causar problemas. Desconocidos para ellos, una sombra se movía ágilmente sobre los tejados, observando cada uno de sus movimientos con precisión milimétrica.
Dick Grayson, conocido como Nightwing, era la encarnación del equilibrio perfecto entre la agilidad y la fuerza. Su traje negro con detalles en azul oscuro se mezclaba perfectamente con la noche. Había estado patrullando esta ciudad desde hace años, unos seis para ser más exactos, cuando el quiebre de su identidad como Robin lo empujó a nuevos horizontes lejos de Ghotam, donde su padre adoptivo Bruce lideraba las fuerzas justicieras. Había sido un buen padre (en la medida de lo posible) y mentor, pero el no quería ser su copia, ayudante o peor aún, su reemplazo, ya no más. Con el tiempo su tensa relación fue mejorando y ahora eran buenos colegas.
Antes de su llegada a Blüdhaven había estado trabajando hace poco más de dos años en San Francisco liderando su propio grupo de héroes justicieros, los Titanes. Conformado por Jason, Kory, Gar y Rachel. Cuatro personas con diferentes capacidades, dispuestas a todo por la paz de la ciudadanía.
Luego de un año de entrenamiento, supo que estaban preparados para su propia lucha contra el crimen, partiendo hacia Blüdhaven, su área, su ciudad.
Había costado sangre, sudor y horas de batalla contra criminales forjar su nombre. Al principio la ciudad se encontraba reacia a su aparición tachandolo de "un nuevo problema". Nada más alejado de la realidad. El estaba ahí para ayudar que los problemas desaparecieran, o en su defecto disminuyeran.
Y vaya que lo hicieron.
Cuando las estadísticas de crímenes cometidos por mes comenzaron a bajar, no sólo la población civil, si no también las fuerzas de seguridad comenzaron a estar más contentas con su trabajo.
Si, definitivamente estaba contento con lo que había logrado. Una ciudad más segura. Aunque nunca faltaban vándalos por todos lados. El podía capturarlos y detenerlos , incluso pelear con los que se ponían complicados, pero la gente mala siempre iba a seguir apareciendo.
Y ahora mismo estaba a punto de evitar que esos tipos a pocos metros de el cometiera un delito.
Saltó desde el techo, aterrizando silenciosamente detrás de los criminales y sin mediar palabra, se lanzó a la acción.
Uno de los delincuentes, un hombre corpulento con tatuajes que cubrían sus braos, fue el primero en notar su presencia.
—¿Quién demonios eres tú? —gritó, mientras intentaba sacar un cuchillo de su cinturón.
