Después de hacer una pizza utilizando queso sin lactosa que mi hermana tenía escondido en la nevera, por la noche nos sentamos delante de la televisión a ver el canal infantil y a comernos las sobras. Vemos un programa donde una aventurera con su amigo, que es un mono que habla, buscan una montaña. La protagonista pregunta varias veces donde se encuentra la montaña.
—Está justo detrás de ella, pero está tan ciega que no la ve—dice Avery mordisqueando un trozo de pizza.
Esta niña es ridículamente lista. A los tres años ya sabía sumar y a los dos te recitaba el abecedario del derecho y del revés en inglés, español e italiano. No le gustan los programas infantiles porque les encuentra los fallos y la falta de lógica desde el principio.
Es una cerebrito de los pies a la cabeza.
— Sigues sin entender la finalidad de estos programas, ¿verdad?
Gira la cabeza para mirarme con esos ojos tan peculiares y llenos de vida.
—¿Qué es finanidad?
—Es finalidad— la corrijo—, y es el objetivo de algo.
Vuelve a mirar a la tele y la señala con la mano que no está sosteniendo un trozo de pizza recalentado.
—Su objetivo es buscar una montaña, pero necesita nuestra ayuda para encontrarla—concluye—. No sirve de nada.
Me echo a reír y seguimos viendo el programa hasta que noto que Avery ha dejado de comentarlo. Cuando me giro, la veo durmiendo plácidamente, con su pecho subiendo y bajando acompasadamente y las manitas a los lados de su pequeño cuerpo.
Apago la televisión y la cojo en brazos, como si fuera una princesa, y la subo a su habitación para que duerma más cómoda. Recorro el pasillo y entro en su gran habitación. Al ser hija única hasta ahora, le dieron la habitación más grande que había en esta casa después de la principal donde duermen sus padres. Está decorada con tonos rosas por todas partes, con una cama en medio de la habitación y montones de juguetes a los alrededores.
La coloco en el centro de la cama, entre las dos barandas que tiene la cama para que no se caiga de noche mientras duerme y la tapo con la fina sábana de la cama para que no tenga ni mucho frío ni mucho calor. Encajo la puerta y salgo de la habitación, camino hacia la de invitados.
Es la habitación donde yo suelo quedarme cuando vengo a esta casa por situaciones como estas, las cuales ya he vivido antes varias veces. Es una habitación muy simple pero, a la vez, de lo más neutral que he visto. Las paredes en blanco decoradas con varios cuadros en tonalidades marrones y grises le dan la sensación de calidez hogareña, mientras que la gran cama de matrimonio, el armario que se encuentra justo a sus pies y las mesitas de noche a los lados de la cama la hacen parecer sacada de una revista.
Abro mi pequeña mochila y saco un pijama compuesto por la camiseta más grande que he encontrado y unos pantalones cortos que suelo utilizar mucho cuando no salgo de casa y me gusta estar cómoda. Guardo la otra ropa en la mochila y me dejo caer sobre la cama y, sin abrirla, me quedo completamente dormida sin darme cuenta.
Un estruendo hace que salte como un resorte de la cama, todavía desorientada sin saber exactamente donde estoy. Miro alrededor de la habitación, en busca de la fuente del sonido que me ha despertado de mi sueño. Al no encontrar nada, salgo de mi habitación y recorro parte del pasillo.
Antes de que pueda abrir la puerta de la habitación contigua, el mismo estruendo resuena por toda la casa. Esta vez puedo confirmar de que se tratan de cristales chocando contra el suelo y haciéndose añicos, como si algo lo hubiese roto. Puede ser un pájaro o una pequeña piedra que haya podido salir disparada de algún coche que haya pasado cerca, así que sigo avanzando hacia el piso inferior, de donde proviene el sonido.
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Cuando nos volvamos a ver
RomanceLa vida no te enseña lo suficiente en cuanto a despedidas se refiere. Puedes despedirte de una persona sin saber si esa será la ultima vez que las vea en tu vida o solo por un periodo corto de tiempo. Y puede que cuando te encuentres en la primera...