Atrapando al ladrón que ha intentado robarme más que el corazón

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Andrew

Horas antes del intento de robo...

Los primeros días de trabajo siempre son una porquería.

Eres como el juguete nuevo que le regalan a los niños en la mañana de Navidad. Desconocido en personalidad y modo de funcionamiento, solo eres conocido en apariencia. Eres bombardeado con preguntas estúpidas y sin sentido y te regalan toda la atención.

Pero, cuando pasan unos meses y no das ningún tipo de señal de interés en estas tristes personas que esperan con tantas ganas la jubilación, comienzan a tratarte como un trabajador desgraciado más. Ya todos los días son rutinarios y monótonos, una larga cantidad de horas sin estímulos que te hagan sentir vivo.

— Te hemos asignado a la patrulla de agentes— me informa el Inspector General Warren, el comando más alto de toda la policía de Miami y mi puto jefe—. Si surge una vacante en una patrulla nocturna o en una emergencia, prepárate para asistir, ¿entendido, William?

— Entendido, señor— respondo fijando la mirada en un punto fijo e irguiéndome lo máximo en el sitio.

— Toda la preparación que te hayan dado en aquella academia de pacotilla es poca, chaval—añade tocándome el hombro—. Ahora empieza la formación de verdad.

Y una mierda la puta verdadera formación policial.

Ninguno de los policías presentes en esta comisaría supera el metro setenta de altura y no bajan de los cien kilos. Desde que he entrado por la puerta de esta maldita comisaria, nadie parece tomarse su trabajo en serio, solo he visto a unos pocos trabajando de verdad. Unos en los ordenadores, otros en las oficinas atendiendo a civiles y otros como yo a la espera de algo de trabajo.

— No tengo nada más que decirte, así que quédate en la sala junto con tus compañeros a la espera de ordenes— me ordena Warren.

Es una sala bastante sencilla, con las paredes pintadas de un tétrico color amarillo y un par de sillones esparcidos por la estancia. Una maquina de café y un pequeño futbolín en la esquina. Luke alza la cabeza cuando entro en la habitación y me saluda enérgicamente.

—Cabrón— maldice pegándome con el puño en el hombro—. Ya pensé que te habías ido y me habías dejado solo aquí para que me buscase la vida.

—Tal vez debería de haberlo hecho.

Una risa sale de su garganta.

—Aunque seas un pequeño hijo de puta a veces, yo se que dentro de ese escondido corazón, soy el amor de tu vida— bromea tocándome el corazón con el índice varias veces.

—Más bien el cabronazo de mi vida— respondo sin mirarlo—. Y como no quites el dedo de ahí, pienso arrancártelo y fumármelo como un cigarrillo.

Luke se hace el ofendido y se da la vuelta camino al sofá en el centro de la sala.

—Parece ser que alguien no ha mojado bien desde hace tiempo— se cruza de brazos y esboza una sonrisa vacilona—. Sabes que existen otros métodos de satisfacción que ayudan.

—Si, claro— digo acercándome al futbolín—. Unos remedios que harán que baje mi rendimiento y mi resistencia. Machacármela no entra en mis planes mientras tenga este trabajo.

Luke se levanta del sofá y camina hasta quedarse al otro lado del futbolín.

—No tienes porqué hacerlo tu— inquiere—. Tienes a Kelly para esos trabajos manuales.

Solo con imaginarme a Kelly tocándome, la cena empieza a trepar por mi garganta, produciéndome escalofríos.

—Que te estés imaginando a mi novia conmigo debería preocuparme, ¿no, Luke?

Cuando nos volvamos a verDonde viven las historias. Descúbrelo ahora