Una vez es coincidencia, dos es casualidad y tres es la acción del enemigo

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—Entonces, ¿va primero el huevo o la harina?

La pregunta de Jade hace que nuestras risas suenen en todo el piso, y después vuelvo a seguir removiendo la mezcla espesa y amarillenta en el bowl.

La idea de hacer un bizcocho, al principio, se le ocurrió a Leila y Jade se emocionó tanto que en menos de veinte minutos, ya había bajado a la pequeña tienda de la esquina a comprar los ingredientes que no teníamos en casa.

—Primero va la harina, Jade.

—Perfecto. Entonces, unos cuatrocientos gramos son... — Jade coge el paquete de harina y sin taza o cuchara, empieza a verterla en el cuenco, a ojo— bueno, yo creo que así esta bien.

Contenta con su aportación, me coge la cuchara de las manos e incorpora la harina a la mezcla mientras canta alguna canción en algo parecido al coreano. Yo preparo el molde y Leila mete el bizcocho en el horno. Una vez cierra la puerta, damos por superada la peor parte del proceso.

—¿Qué te vas a poner para esta noche?— me pregunta Jade sentada en la isla de la cocina.

Termino de poner todo lo que hemos ensuciado en el lavavajillas y me giro a ellas.

—Sinceramente, no lo se— digo cruzándome de brazos—. Nunca he ido a una cena de bienvenida.

Leila esboza una gran sonrisa y mira a Jade, quien ha hecho os mismo y se miran cómplices para, después, empezar a asentir enérgicamente.

—Nosotras te ayudamos— anuncia Leila.

—No— me apresuro a responder.

A ambas se les borra las sonrisa de la cara y fruncen el ceño.

—¿Y se puede saber por qué no?

—Pues porque no. Tenemos un sentido de la moda superior al de la mayoría de personas— Leila hace una pausa y me mira de arriba a abajo—. Y también superior al tuyo, guapa.

Yo me echo a reír porque se que no lo dicen en serio. Y es que nuestra forma de vestir es completamente distinta. Mientras a mi me gustan los estampados floreados, los vestidos, las faldas y los colores, a Jade y a Leila les gusta la ropa más oscura. Somos polos tan opuestos en todo que a veces me pregunto como es que encajamos las tres.

— No os voy a dejar elegir mi atuendo para esta noche si os seguís basando en vuestros gustos— sentencio, mientras ellas se cruzan de brazos como yo—. Si fuese por Jade, iría con pantalones a la cena.

— Estarías cómoda— dice Jade, pasándose una mano por su gran melena morena.

—Y, si fuese por Leila— me acerco hacia donde está y apoyo las manos en la encimera—, iría con un vestido negro tan corto que se me vería hasta el alma.

—Estarías fresca— responde Leila—. Te vendría bien con el calor que hace fuera estos días.

—No me cambies de tema, guapa.

—Perdón.

Rodeo la isla de la cocina y me coloca entre las dos, haciendo que me presten total atención.

—Aquí no un punto medio, así que quiero que me elijáis un conjunto que grite mi nombre cuando me lo ponga.

Ambas se quedan calladas, se miran entre ellas y después me vuelven a mirar a mi. Entre ellas puedo ver como se comunican con miradas y sonidos un tanto extraños, validando la posibilidad de que esa misión se les fuera a ser fácil.

—Podemos intentarlo— confirma Jade, aunque parece que, por un segundo, se arrepiente de haber aceptado.

—Perfecto. Pero una cosa más— me giro hacia ellas antes de emprender mi camino al baño—.Si no me gusta lo que me habéis elegido, limpiareis el piso entero vosotras durante dos semanas.

Cuando nos volvamos a verDonde viven las historias. Descúbrelo ahora