Andrew
—La próxima vez que me intentes convencer de hacer un turno nocturno en Halloween, te juro que te borro esa sonrisa de un puñetazo.
Luke y yo recorremos las calles de Miami en el coche patrulla, a la espera de alguna emergencia o de encontrarnos a gente borracha con más alcohol corriendo por sus venas que sangre vestidas de fantasma.
—No te quejes— le digo sin apartar los ojos de la carretera—. Sabes que te encanta poner multas de vez en cuando.
Luke pega un salto a mi lado y se cruza de brazos.
—Dirás que a ti te encanta poner multas— replica—. Yo podría estar con mi novia, que va disfrazada de princesa de cuento en una fiesta y haciendo más cosas además de bailar.
—Si tan salido estás a estas horas de la noche, te juro que te bajo del coche al siguiente comentario sobre las partes de tu novia.
Me lleva dando la tabarra desde que salimos hace una hora con que quiere cumplir uno de sus deseos más oscuros y tirarse a su novia vestida como en un cuento de hadas.
—¿No te imaginas a Kelly en tu cama vestida de princesa y una tiara en la cabeza?
La imagen me pone los pelos de punta y siento como me sube la manzana que me he comido antes de salir por la garganta.
—No vuelvas a pronunciar el nombre de Kelly cuando hablamos de mujeres—le advierto—. Siempre te la acabas imaginando en tu cama cuando tenemos esta conversación.
Luke se ríe y proseguimos con el resto de la patrulla en silencio, solo observando a los transeuntes. Algunos andan tranquilos como si no les acabase de pasar una panda de chicos vestidos de peritos calientes y otros corren animados por la calle llamando a las casas en busca de caramelos.
—Me encantan cuando los renacuajos se disfrazan de cosas tan simples.
Observo a Luke, que esboza una gran sonrisa mientras mira por la ventana.
—¿De qué renacuajos hablas ahora? Luke, ya te he dicho que no fumases antes del turno.
—No, tío— en cambio, empieza a señalar algo por la ventana—. Me refiero a los niños que van caminando por ahí. ¡Mira! ¡Ese va de zanahoria!
Sonrío y niego con la cabeza, desviándonos de los niños en dirección a una de las calles más transitadas todas las festividades en Miami, aunque extrañamente casi vacía hoy.
—Nunca te había visto tan emocionado por unos niños—pongo el intermitente y vuelvo a girar—. ¿Es que Jade está embarazada y no me lo has dicho?
Luke se atraganta con su propia saliva y se da unos golpes en el pecho, para ayudar a calmar la tos.
—Joder tío, no— dice cuando deja de toser—. No veo a Jade como madre.
—¿No?—pregunto, confuso—. Creí haberte escuchado que fue niñera un tiempo cuando estaba en el instituto y que le gustaban los niños.
Se pasa la mano por el pelo y me mira.
—Y lo fue, pero no me veo teniendo un hijo en estos momentos.
Vuelvo a mirar a la carretera y acelero lentamente.
—¿En estos momentos o en el futuro?—pregunto, también interesado en saber algo más del estado de su turbulenta relación.
—No lo sé—dice confundido—. No sé en que situación está nuestra relación.
—¿Tan crítico es?
Chasquea la lengua y resopla pesadamente.
—En mi cabeza he formado miles de escenarios distintos, Andrew. No sé que he podido hacer mal, joder, pero siento que para ella no soy lo suficientemente bueno como para tener una relación. O puede que solo sea que el amor se ha acabado y nuestra relación se ha vuelto tan fría que ni cien lanzallamas la pueden calentar—su tono es serio y monótono—. Incluso pienso en cosas peores, tío.
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Cuando nos volvamos a ver
RomanceLa vida no te enseña lo suficiente en cuanto a despedidas se refiere. Puedes despedirte de una persona sin saber si esa será la ultima vez que las vea en tu vida o solo por un periodo corto de tiempo. Y puede que cuando te encuentres en la primera...