Una gala sin precedentes

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—Un gran aplauso para Erin Carter— anuncia Frank.

Mi nombre retumba en todo el edificio y seguido de él, una avalancha de aplausos. Suspiro justo antes de subir y le rezo a un dios que ni se si existe. Mis tacones retumban en todo el escenario, aunque no estoy muy segura de si se escuchan por el ruido de los aplausos.

Me paro justo a la derecha de Frank y agito las manos como aplauso a los sordos de la sala. Justo en ese momento un micrófono se coloca delante de mis ojos.

Di algo Erin.

— Es un gran honor poder estar aquí para traducir este maravilloso evento. Nunca se me había dado la oportunidad de llevar a cabo algo que apasiona y me encanta hacer. Muchas gracias—digo y al mismo tiempo, signo las palabras rápidamente.

Eres básica de narices.

Todos los asistentes aplauden y hasta el escenario tiembla. Esa vibración hace que se me pongan los pelos de punta.

Al cabo de media hora, el evento va como la seda. Me centro únicamente en signar todo lo claro que pueda y en aguantar las lágrimas ante las preciosas palabras de los profesores y del director de la academia de policía.

—Y, ahora, prosigamos con la entrega de diplomas a los alumnos graduados del sector uno.

Mentalmente me preparo para signar letra por letra. No pueden ser nombres tan difíciles, por lo que está parte es la más sencilla del evento por ahora.

—Nicole Marie Anns.

Es un nombre muy fácil, así que lo signo rápidamente y aplaudo junto al resto de invitados.

Cuando la susodicha sube al escenario, El director se acerca a darle un diploma enrollado con un lazo rojo y un par de hombreras con el rango correspondiente.

—Haylie Sophie Anns.

Me llevo una sorpresa cuando la segunda alumna resulta ser la hermana gemela de la primera. El proceso es el mismo: diploma, hombreras y siguiente alumno.

Signo su nombre rápidamente y me preparo para signar el próximo.

—Andrew Brown Williams.

Mi respiración se corta en menos de una milésima. Mi manos tiemblan y me pitan los oídos. Mi cerebro intenta hacer que mi cuerpo responda, pero este se niega. Siento que se desconecta por completo de mi cabeza y esta actúa por si sola. Me surgen pensamientos de todo tipo. Recuerdos y memorias que me ciegan hasta casi no poder ver absolutamente nada.

Puede ser perfectamente una equivocación. Llego a rezar para que lo sea,  pero no resulta serlo cuando un par de ojos que conozco demasiado bien se posan en mi como lo hicieron durante años hace mucho tiempo. No demasiados años atrás.

Un Andrew Williams mucho más alto y fuerte de lo que recordaba sube lo escalones sin perderme de vista. Su cara es mucho más madura y si pelo sigue casi igual que la última vez que lo vi hace cuatro años: corto y casi indomable.

Mis dedos signan su nombre más rápido de lo que deberían, aunque probablemente me hayan entendido todos. Pero lo que yo no entiendo es que hace él aquí. Porque estamos los dos aquí. Se acerca a donde estoy y mi corazón empieza a latir tan rápido que duele. Su mano coge la mía y la sacude de arriba hacia abajo, sin apartar los ojos de los míos y, en ellos puedo ver lo mismo que cuando estábamos en el instituto.

Curiosidad. Interés. 

Una chispa.

Nos aguantamos la mirada más de lo que me gustaría, más de lo que probablemente lo hicimos en el pasado, y con la sensación de su mano abrazando cálidamente a la mía y solo por un instante, puedo sentir ese sentimiento que desapareció el día que tomamos caminos diferentes.

Cuando nos volvamos a verDonde viven las historias. Descúbrelo ahora