de gris a blanco

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Recorro con la mirada toda la plazoleta, veo personas yendo de aquí para allá, muchas de ellas van riendo sin ningún preocupar. Los mismos rostros de siempre, aunque ahora los más familiares lucen diferentes, se podría decir que he encontrado la manera de ver alrededor sin saborear la esperanza del cambio, pero siempre imaginando que navego en aguas distintas. Volviendo al momento, descanso y a mi lado puedo esquivar el sentimiento de melancolía, tengo años en el mismo lugar, pero ya no siento lo de antes, sigo estando dentro de la misma casilla, aunque ya no me acompaña lo de siempre. Divago unos minutos y trazo en el aire patrones de nostalgia con un poco de aprensión, miro hacia al frente; no me gusta cómo la luz cae en esta parte del quiosco, el ruido de la euforia de fin de semana me parece divertido y ensordecedor, al menos calma mi ansiedad, vuelvo a pensar que si coexistiéramos en respeto no tendríamos porqué tropezar cada tanto y no batallaríamos en encontrar un ritmo como este en la sociedad, la ironía de la vida, somos lo que hacemos en espacios como estos, pero si el alternamos el ambiente, no podemos replicar resultados. Cambiando de gris a blanco, confieso que me gusta junio, dejando fuera las olas de calor, las cosas simplemente funcionan diferente y ser uno mismo no duele como hace seis meses lo hacía. No sé cuál sea mi destino, ni cómo estaré al finalizar la quincena, pero aprecio lo que vivo, recordando que si escribo es para sentirme mejor y no olvidar que puedo ser yo, sin cambiar; con mucha vergüenza y algo de coraje, algo así como que encuentro la inspiración en lo común; en lo esencial, no lo aburrido; lo difícil, eso que no se puede ver a simple vista, pero nos acompaña como si fuera parte de un todo.

La semántica de lo absurdo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora