cuarto para las cinco

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Tres camisas de distinto color yacen en el fondo de la cajonera izquierda; no las he usado, no pienso hacerlo. Alrededor del cuarto para las cinco pienso en las cosas que no he usado, o mejor dicho, que no he sentido. Siempre me he considerado algo inaceptable; entre problema y sobrante, no lo malinterpreten me he acostumbrado a ello, no me frustro ni acomplejo, me llevo bien con lo que soy y supongo que tenía que aprenderlo para poder cambiarlo o simplemente ignorarlo, aunque esto último no se puede en ocasiones por las sensaciones que conlleva, pero de vuelta al tema, soy capaz de saber qué no he sentido aún; pudiera escribir una de esas listas que uno hace para no olvidar algo o podría remarcarla en un texto de dos párrafos con comas mal puestas y grafías incorrectas de una principiante, pero no lo haré. No pienso enumerar las cosas que no me han sucedido, porque no quiero ansiarlas más ni tampoco que se denoten como luz roja en un espacio oscuro, mas bien, me gustaría hablar sobre lo que vendrá después, ya que consiga lo que quiero y deje de ignorar lo que siento, ¿podré seguir adelante? no lo sé, suena confuso incluso para alguien como yo que piensa en todo, sobre todos, todo el tiempo. Antinatural e inefable, adjetivos más asociados a todo este proceso que parece no avanzar, que se siente congelado, porque aún no averiguo cómo trabajar en algo que me saque adelante y muestre el camino que tengo que tomar, para por primera vez, sentir algo

La semántica de lo absurdo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora