VI

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Nicha se tiró en su antigua cama, con los brazos estirados a sus lados, un puchero y sus ojos llorosos. Había vuelto a su infierno. Tres sirvientas, que conocía desde que tenía uso de la razón, le quitaron el vestido que Soojin le había robado y le colocaron ese incómodo pijama con muchas capas de la mejor seda de Asia. No comentaron nada de sus marcas de pelea, pero sus miradas fueron suficientes para saber que se lo comentaran a la reina. La tela era tan suave que le molestaba. En su tiempo en el barco se había acostumbrado a dormir casi desnuda, con solo la parte inferior de la ropa interior. Con la mayoría de su piel tocando directamente las sabanas de dudosa procidencia. Llevó su mano a su cuello. Tenía tanta capas de ropa que sentía que le asfixiaba.

—Espero que estén bien—susurró para sí misma con una voz temblorosa.

Cerró los ojos para dormir, estaba muy cansada por todo lo que había pasado. Sin embargo, estaba mucho más disgustada de la situación como para aceptarlo. Se levantó de la cama con determinación para caminar a la puerta.

—¡Haré que este puto país se muera!—el insulto lo dijo en coreano al no saber insultar en su idioma natal—¡No pienso gobernar!—golpeó la puerta con sus puños—¡Les arruinaré la vida a todos!—pegó su frente a la puerta y apretó sus dientes con fuerza, era muy mala amenazando a comparación de Yuqi y Miyeon. Sentía que seguía pareciendo una preadolescente haciendo una rabieta con malas amenazas, solo le faltaba decir "Te acusaré con tu madre" ¿Qué haría Yuqi y Miyeon en su situación? Su puño temblaba ante la idea de no poder volver a verla. A verlas. Todas tenían sus fallas, pero eran sus amigas. Unas verdaderas amigas, no como todos los que la rodeaban en este lujoso mundo.

Respiró hondo y recordó en lo que era buena. Se giró para agarrar un jarrón de flores para romperlo contra el suelo, sin importarle que la costosa cerámica podría lastimar sus pies. También rompió una silla contra un mueble. Con el candelabro de mesa rompió las pinturas de paisajes y uno de ella con su esposo. Se subió a su cama, agarró una sabana y con fuerza lo partió en dos.

No iba a dejarles volver a encerrarla. Ya no era esa malcriada princesa que se quedaba en silencio, tomado té y mirando el paisaje, ya que era la única cosa que le dejaban hacer. Era, aunque le costaba sentirlo en ese momento, una verdadera pirata de la tripulación de la gran capitana Jeon.

Saltó en su cama para romper los tablones. Rompió sus almohadas. Se bajó de la cama para agarrar uno de sus incómodos tacones y los tiró para romper la ventana. En eso soltó un grito de ayuda tan fuerte que hizo que se arrodillara. Se abrazó a sí misma como consuelo. No era la primera vez que se encontraba llorando al medio de su desordenada habitación. Pero si era la primera vez que su cuerpo temblaba ante el miedo y rabia estar ahí de nuevo. Luego de conocer el calor de sus compañeras y la felicidad del barco, su infierno era más insoportable.

—¿Terminaste?—escuchó la voz firme de su madre.

Nicha, sin dejar de temblar, asintió con la cabeza. Podía sentir la mirada de su madre en la nuca. La imaginaba con los brazos cruzados y mirándola con frialdad. Podría ser una reina muy querida, pero como madre era una cosa completamente distinta. Se levantó con lentitud para estar al frente de su madre, pero incapaz de alzar la mirada. Se le hizo más difícil que levantarse luego de la pelea con el capitán Kang. Las apuñaladas dolían menos que su vida. Una sirvienta se puso a su lado y con un pañuelo limpió sus lágrimas, mientras que 5 trabajadoras limpiaban lo que acaba de hacer.

—Te ves horrible ¿Quién te cortó tu hermoso cabello?—preguntó mientras la examinaba, alzó una ceja al notar un mechón mucho más corto que el resto—. Esas piratas—suspiró—. Las haremos pagar por todo lo que te hicieron.

Sus labios temblaron al no tener la valentía de defenderse ¿Quién era ella para gritarle a la reina de Tailandia? En esa habitación solo era una princesa.

The Legend Of Neverland [Gidle]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora