❛4. Una alianza❜

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Percy se levantó de la cama, su mente no dejaba de dar vueltas en torno a la situación en la que se había metido

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Percy se levantó de la cama, su mente no dejaba de dar vueltas en torno a la situación en la que se había metido. Era de noche y la luna iluminaba el cielo oscuro, colándose por las aberturas de la habitación. El joven subió los pocos escalones que lo llevaban a la terraza. Suspiró mientras contemplaba la ciudad luminosa a sus pies.

Esto me las pagas, brillitos locos, pensó con rencor mientras tamborileaba sus dedos en el mármol de la barandilla.

El enojo que sentía hacia el dios burbujeaba en su pecho, y varias veces tuvo que recordarse que estaba en la antigua Grecia. Ya no estaba en Nueva York, donde podía insultar a los dioses a diestra y siniestra sin mayores consecuencias.

A menos que quisiera terminar achicharrado por un rayo.

Ni siquiera había pasado un día entero y ya estaba viviendo en un palacio que lo trataba como si fuera una especie de deidad. Al parecer, cuando un dios te reclamaba, era como si dijeran: "Tócalo y te saco los ojos con una cuchara".

En fin, el tipo estaba loco. El pobre había movido el sol tantas veces que el calor le había quemado las neuronas; tratar de reclamarlo, como si fuera uno de sus hijos. Él no era hijo del sol.

¡Iugh!

Se tocó la frente con la yema de los dedos al sentir cómo su cabeza empezaba a doler.

—Mi señor.

Percy se sobresaltó y se volteó rápidamente. Una de las sirvientas que los reyes le habían asignado estaba allí.

—Livia. ¡Dioses! —Percy se tocó el pecho. La joven, de no más de diecinueve años, hizo una reverencia de disculpa.

Esta niña me va a dar un infarto.

Livia era una de las sirvientas más jóvenes. Era hermosa, con largos cabellos rojos y ojos marrones. No era de Troya, sino de Micenas. Había sido una hija secreta de una sacerdotisa de Apolo, vendida por su madre a los bandidos. Terminó en Élida, siendo salvada por el rey Eetión, y enviada con apenas nueve años junto a la joven Andromaca a Troya.

La pobre niña ni siquiera sonreía; sus ojos estaban cansados y su expresión siempre era seria. A pesar de que Percy intentó que la niña no lo llamara "señor", ella nunca le hizo caso, y Percy dejó de intentarlo para no presionarla.

—Mi señor, el príncipe Troilo no puede dormir —su voz era plana y sin emociones—. Sus cuidadoras dicen que lo está llamando.

Percy bajó con cuidado los escalones para no tropezar con el largo quitón. Miró a los ojos marrones de la mujer y le sonrió agradecido mientras asentía.

—Gracias por avisarme, Livia. —Caminó hasta la puerta de madera, la abrió e hizo un ademán con la mano—. Guíame a la habitación del príncipe.

La mujer pasó a su lado y comenzó a caminar en silencio. Pasaron por largos pasillos iluminados por velas de aceite, cruzándolos y subiendo escaleras. Percy no habló durante el trayecto, pensando que a la mujer le gustaría el silencio.

❝ Ocean's eyes. ❞             ⋆.ೃ࿔*:・❪ Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora