❛10. El papá de mamá❜

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Percy seguía caminando, observando cómo la gran muralla de Troya se desdibujaba tras ellos

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Percy seguía caminando, observando cómo la gran muralla de Troya se desdibujaba tras ellos. La ciudad, ese montón de piedra y orgullo, iba quedando atrás, como un mal recuerdo. En sus brazos, Troilo dormía plácidamente, sin tener ni la más mínima idea del caos que lo rodeaba. A su lado, Helena avanzaba con esa aura suya, como si no fuera responsable de que el mundo estuviera patas arriba. El silencio era tenso, pero necesario. Si hablaban demasiado fuerte, los griegos podrían encontrarlos. Y claro, Helena, en su chispeante euforia, había mencionado que esta era la primera vez en nueve años que las mujeres salían de la ciudad. Pues sí, era emocionante... si uno se olvidaba del hecho de que un ejército de locos quería colgarlas de un árbol.

Los guardias los rodeaban, como si fueran un desfile fúnebre. Entre ellos caminaban Héctor, tan digno como siempre, París, que más que príncipe parecía un niño rico malcriado, y Heleno, con sus rollos de vidente. También estaba Cassandra, que siempre tenía esa expresión de "ya lo sabía", Andromaca, con cara de que no aguantaba ni un chiste más, y Políxena, que tenía la suerte de no saber lo que le esperaba. Los reyes se habían quedado en la ciudad, por supuesto, porque alguien tenía que quedarse a vigilar que no se les cayera el castillo encima si las cosas se ponían aún peor.

Andromaca, siempre recta, siempre contenida, le lanzaba miradas cargadas de reproche. Percy lo sentía, ardían en su espalda como brasas encendidas. No podía culparla del todo; desde que el conflicto había estallado, la esposa de Héctor había comenzado a odiar a los semidioses con una intensidad feroz, siendo la supuesta culpable su prima Helena, quien, según todos, era la causa de todo este conflicto. No era difícil entenderla. En un mundo gobernado por hombres, las mujeres solo podían odiar a otras mujeres, incluso cuando la culpa recaía claramente sobre aquellos que empuñaban la espada. Y sí, Percy la comprendía, en cierto modo, pero no tenía ninguna obligación de justificarse ante ella. Andromaca podía sospechar todo lo que quisiera, pero ¿qué le debía a esta mujer mortal? Una mujer que no podía ver la verdad aunque la tuviera enfrente a sus ojos. Exacto: un carajo.

—Mi primo se está ahogando en sus pensamientos —comentó Helena con una sonrisita mientras lo miraba de reojo. Tenía esa forma de hablar que te hacía pensar que, aunque dijera cualquier tontería, sonaba como poesía. Percy negó con la cabeza, intentando ignorar la sensación de que siempre estaba dos pasos atrás en esa conversación, y ajustó a Troilo en sus brazos. El niño pesaba, claro, pero ¿quién era él para quejarse de cargar a alguien que amaba?

—Solo estoy... preocupado —respondió, intentando sonar despreocupado, pero fracasando miserablemente. Se pasó la lengua por los labios, incómodo—. Estoy preocupado de que mi padre no me reconozca como su hijo.

Helena lo miró con una comprensión casi maternal, y Percy no pudo evitar fijarse en cómo su presencia parecía hacer que todo a su alrededor brillara más. Era como si su mera existencia desafiara las leyes de la lógica. Acarició su brazo con una familiaridad que Percy no supo si provenía de su naturaleza o simplemente del hecho de que Helena sabía muy bien cómo manipular a todos a su alrededor.

❝ Ocean's eyes. ❞             ⋆.ೃ࿔*:・❪ Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora